Oportunidades… de cantera

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Hago una excepción, y desempolvo La Granotera. Y sólo lo hago por una razón: la cantera. Se pueden construir 20 ciudades deportivas, pero si no apuestas, serán ladrillos, no escuelas.

«Si no podemos inscribir a Morales, nos deberíamos ir todos», me dijo una persona del club cuando publiqué en la web de À punt que el Levante iba a tener problemas en inscribir a jugadores nuevos y con contratos renovados. Javier Tebas, el acuerdo CVC de LaLiga y la campana, salvaron (afortunadamente) a Quico Catalán y la DD del espectáculo. Sí, no eran los únicos, pero sí los nuestros, los de aquí. La renuncia de Laporta a Messi pocas horas antes, puso en alerta al resto. No va a haber excepción para nadie. Seguro que a muchos dirigentes de club españoles la camisa no les tocaba la piel ante la posibilidad que el acuerdo de la patronal con CVC no fuera adelante. El fútbol necesita dinero, escucháis de muchos presidentes de club. Desde que tengo uso de razón, ha pasado. Los clubes siempre se gastan más de lo que tienen, sean SAD o clubes. La inflación que vive este mundo del balón es tanto habilidad de los que manejan a los futbolistas como torpeza de los que mueven los hilos de los clubs.

La pandemia agrandó el agujero. Los derechos televisivos se convirtieron en el único ingreso para todos, y el fútbol se privó de la emoción, su razón de ser. Algunos (entre los que me incluyo) pensamos que, por fin, le iba a llegar la oportunidad a la cantera. No había más remedio. En tiempos de crisis, se mira abajo, no como apuesta sino como necesidad. Pero al menos se mira. Y en el caso del Levante, todavía más.

El proyecto de una Ciudad Deportiva en Nazaret hizo pensar que la apuesta iba a ser decidida. Y así fue, decidida pero parece que en el sentido gatopardiano y absolutista del término: que algo cambie (Bunyol por Nazaret) para que todo siga igual. O eso parece porque la cantera (entendida por Escuela) sigue siendo testimonial en un club en el que, por su estructura social y económica, debería ser estratégica, o al menos así lo entiendo yo. Y muchos, algunos de los que me han pedido que escriba sobre este tema.

Pepelu, un rotundo fracaso

«Nos encantaría que Pepe (por Pepelu) se quedara a jugar aquí», dijo Quico Catalán en aquella rueda de prensa que se organizó a toda prisa para salir al paso de las dudas que generaba la situación económica del club. Que, por cierto, es más puntual que estructural, pero aún así preocupante. La frase es del presidente, el máximo responsable de la entidad, el que ha de decidir la política económica, social y deportiva del club, el que ha de decir (si quiere apostar para la cantera como presume): hay 20 fichas del primer equipo, el resto del filial. Y el Paco López de turno (que por cierto no se cansa de pedir máximo 22 fichas cada verano) estará obligado a mirar abajo, Y si, como muchas veces se denuncia desde el propio club eso de que abajo no hay nada -cosa que suena más a excusa que realidad-, será su obligación la de buscar debajo de las piedras para mantener el proyecto y pedir responsabilidades por semejante despilfarro: inversión sin resultados. A mi entender, la única manera de controlar la inflación es evitar tener que pagar a precio de oro por futbolistas de otros lares que, en muchas ocasiones, no ofrecen mejor rendimiento que los nuestros, pero sí generan más plusvalías para los múltiples actores que, con total legitimidad, viven del fútbol. Pero no han de vivir necesariamente de los clubs, sino de los futbolistas.

«El del pasado invierno es el peor mercado que recuerdo en los quince años que llevo en este mundo, y el de este verano no va a ser mejor. Los clubes han perdido más de mil millones de euros por el camino con la pandemia», me aseguraba la principio del verano un representante de futbolistas de la capital. El Levante no podía inscribir a Morales, pero firmaba a Soldado (pagando su cláusula de libertad de medio millón de euros), sin saber tampoco si lo podría inscribir. Se habló de una ‘oportunidad de mercado’ (indiscutible su calidad), que se puede convertir en un nuevo afer Sergio León: contrato largo y ficha altísima. Si funciona, amortizas; si sale mal, una ruina y un colapso en la plantilla y las cuentas de varios años. Pero bueno, el riesgo, es cierto, siempre existe.

El caso Pepelu, un centrocampista de Dénia, de la terreta, internacional sub 21, que ha tenido dos buenos años en Portugal, en primera, y que ha pedido salir ante la absoluta falta de oportunidades, ha indignado al levantinismo. Pero a mí no me viene por sorpresa. Hace años que defiendo -aunque algunos dentro del club me lo nieguen- que en el Levante ni quieren, ni cuidan ni contemplan la cantera como el motor estratégico, ni de presente ni de futuro. Si así fuera, hace tiempo tendríamos al Olabe* de turno, que haga que el entrenador granota de turno tenga a sus órdenes gente de la Escuela (y no confundir escuela con filial, por favor).

El primer fin de semana de la liga, la Real Sociedad tenía unos 40 futbolistas de la casa jugando en categoría profesional, después del ascenso del Sanse a Liga Smartbank. Pero muchos de ellos, también jugaban con el primer equipo en el Camp Nou. Y en el Levante, nos tenemos que conformar con indignarnos por el hecho de que uno de los jugadores de mayor proyección de la escuela no haya tenido un sólo minuto en partido oficial con el primer el equipo. No que forme parte, sino que haya tenido la oportunidad. La comparación es tan insultante, que debería obligar al club a dar una explicación pública de por qué un futbolista al que cedes dos temporadas seguidas con notable rendimiento, pide salir. Ni oportunidad ni cariño.

En el Levante el consenso es difícil, la bunkerización del fútbol actual muy alejado del ciudadano, el hermetismo institucional, el estilo, la ambición, etc, son motivos de disputa y debate entre los granota y también de que cierta parte de la grada sienta cierta desafección, por desilusión. Es curioso que esa unanimidad que no ha generado un equipo que se ha codeado con los grandes, sí la permita un chaval de la escuela al que muchos no han visto nunca jugar, como faro de varias generaciones frustradas de futbolistas que han tenido que emigrar.

Si, como se desprende de algunos sectores, es por falta de calidad, se deberían pedir responsabilidades; si es por falta de atención, se deberían pedir disculpas. A pesar de todo, la última campaña del juvenil de Alesio Licci, puede considerarse un brote verde que ha generado ilusión. Pero este brote puede acabar marchito en la oscuridad del embudo del primer equipo con más de 30 fichas y una incapacidad para liberar espacio porque cada verano se buscan más las oportunidades del mercado que las oportunidades de la cantera.

Y en mis casa siempre me enseñaron que lo que hay que pagar, se tiene que devolver. Lo que inviertes (en cantera), queda para siempre y, con un poco de suerte, genera dividendos. Quico: cumple tu sueño y ponle remedio. Haz que «Pepe triunfe aquí». Y si no es Pepe, haz que ningún Pepelu más se vaya con la impotencia de no haber tenido ni una sola oportunidad.

De nada.

*Roberto Olabe es director deportivo de la Real Sociedad
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Fisterra, faro final

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Esto va de faros, de cubrir distancias entre los ocho faros más importantes de la Costa da Morte… De norte a sur, y por oden de paso: Sisargas (no se llega, pero se observa desde la salida de Malpica), Punta Nariga, Faro Roncudo, Laxe, Camariñas, Muxia, Touriñán i Fisterra, faro final… Punto de partida de los recuerdos, y punto de conexión de los caminantes, llamados trasnos entre los asistentes. Han sido 7 días intensos, de potenciar mis sentidos, mi resistencia, gestionar los silencios, los cansancios y las molestias… Días de comer sin hambre y beber sin sed, porque el sobreesfuerzo exige un aporte para que el desfallecimiento no te coja, porque no suele avisar. 8 días (7 en mi caso), 8 faros, y uno que se quedó delante nuestro en el inicio, en la reserva natural y de aves de las Islas Sisargas, que ya visité en la vez anterior que estuve en la Costa da Morte.

De izquierda a derecha, fotos de los faros por orden de paso. Punta Nariga (con Dani), Roncudo, Laxe, Camariñas, Muxia, Touriñán y Fisterra.

Empecé esta aventura sólo y en una voluntaria soledad, buscando mi umbral del silencio, y lo acabé con ese punto de euforia compartida que me ha acompañado todo el camino, 203 kilómetros, 8 etapas en 7 días. Inicié el camino en el turno del lunes, con el otro solitario del camiño, el polaco Marcin, que tenía la pausa y la paciencia para hacer fotos espectaculares, mientras otros siempre íbamos con la prisa del reto deportivo, casi haciendo fotos y videos sin parar. Cada uno tiene un carácter.

La doble etapa me hizo adelantar un turno, y encontrarme, primero con las chicas de Cantabria, las facebookianas de la ruta. Gran colección de fotos y siempre una sonrisa. A sus atardeceres rojos… El gran Serrat les cantaría aquello de mi Mediterráneo, porque su ritmo estaba a las antípodas del mío: veían anochecer en ruta. Genial. Cada uno hace su camiño, y el de cada uno es diferente.

Después, María José y el italiano Francesco (rebautizado como Patxi por las navarros), un ratito de la sexta etapa, y la última, disfrutando de su compañía. Son andadores veteranos y con experiencia. Yo, en cambio, era la primera gran ruta, y además siempre iba corriendo.

Y el último, el grupo de los navarros. Qué ritmo, regular y muy seguro. Andando me costaba seguirlos; corriendo, claro, no. Ha sido mi gran enseñanza. Me he encontrado cómodo corriendo, pero torpe y lento andando. Asignatura pendiente. Os dejo las fotos de algunos de los grupos del camiño, gracias a Fernando, que me las ha pasado.

Fisterra: quién dijo que esto se acaba?

Personalmente, la de Fisterrra ha sido la etapa más difícil, pero por las condiciones del tiempo. La intensa lluvia a partir de las antenas, hizo el final complicado, y más como fue mi caso, no llevaba el abrigo adecuado. El chubasquero no sirve, te cala. Al paso por Fisterra y con la lluvia y la niebla tapando el Faro, la última subida la dejé para el lunes que, afortunadamente, salió soleado y pude cazar la instantánea del séptimo faro alcanzado.

Y llegó el final de todo ésto, que genera endorfinas suficientes y buen rollo para emprender los más de mil kilómetros de vuelta a casa. La etapa entre Nemiña y Fisterra la inciamos en Lires. La marea podía hacer que, al atravesar la playa de Nemiña, la etapa ampliara de forma significativo el resultado final. Cultura taxista que aconsejó el traslado a la vecina Lires. Etapa dura, con llano, playa, senderos por acantilados… Especialmente pesado la travesía de la Praia do Rostro i la correspondiente subida a la Punta do Rostro. Playas, cabos, puntas y miradores es una constante del camiño, fiel a esos dientes de sierra que siempre teníamos que hacer en el mapa peninsular cuando, en el colegio, dibujábamos el mapa y teníamos que hacer esa gran cantidad de entrantes y salientes de la costa gallega, especialmente, la de la Morte.

Playas, cabos, puntas y miradores es una constante del camiño, fiel a esos dientes de sierra que siempre teníamos que hacer en el mapa peninsular cuando, en el colegio, dibujábamos el mapa y teníamos que hacer esa gran cantidad de entrantes y salientes de la costa gallega, especialmente, la de la Morte

Bahías y ensenadas tranquilas comparten paisaje con grandes acantilados de aguas bravas. Grandes y frondosos bosques, con vegetación de matorrales, helechos, cardos y otras especies punzantes, que te hacen estar muy atento al camino. Algunos caminos, con cerrada vegetación que, en algunos casos, crean un microclima cálido, con un calor que notas como sube desde la tierra.


La etapa de Fisterra te permite despedirte como empezaste en Malpica, con estrechos senderos lindando los acantilados por los que puedes ver las formas diferentes que causa la erosión del mar en las rocas, dibujando, por ejemplo, este saliente en forma de cocodrilo agazapado esperando salir a por su presa. La subida al Faro la realicé al día siguiente. El domingo, la cima está cubierta de una espesa niebla, que seguramente reducía la visibilidad de la estampa que sí tuve la fortuna de ver el lunes, con un sol radiante.

La experiencia del camiño no se olvida, y engancha. He tratado de contar mi experiencia más allá de lo que iba viendo. He tratado de contar lo que iba sintiendo en cada momento, compartir las sensaciones que tenían los amigos caminantes y, para todos ellos, y muchos con experiencias en grandes rutas y montañas, la Costa da Morte es una ruta diferente a todas, que la hace única y realmente encantadora.

Celebración y homenaje

Dejo para el final, lo que del principio ha sido mi mayor apoyo: Dani, gestor de Casa de Verdes, en la parroquia de Cundins, de Cabana de Bergantiños, y desde donde hace dos años, en mi primera visita a la Costa da Morte, empecé a dibujar este desafío. Y María, que ha tenido siempre palabras de apoyo. El octavo faro, no fue ni de piedra ni a la orilla del mar, fue degustar y compartir un buen chuletón de rubia gallega, en el Puerto Fisterra, donde Kiko, amigo personal de Dani, nos trató de maravilla.

Y, por último, la referencia inicial, el banco de los Picotiños, donde un día antes de iniciar la ruta, la altura me sirvió esta imagen de la Costa da Morte, que me puso a los piés el desafío.

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