Buena ruta, Javi

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«La gente buena no se entierra, se siembra», dice Pedro Capó en su canción Fiesta de despedida. «Cuando me vaya, no me lloren, no quiero flores», dice en otro momento. Javi se nos ha ido. Y ni si llora ni se entierra: permanece para siempre entre los que le hemos disfrutado y los que más le han querido. A Ada, Pau, y a su Mari. Me decía su padre Javi que se hubiera cambiado por él con los ojos cerrados. Y sus ojos se han cerrado. Y Javi, como dice Capó, se merece la siesta y la fiesta y que no le lloren, le recuerden alegre. Él nos querría a nosotros así, divertidos y joviales, aunque seguro que entiende que estemos tristes con su marcha. Buena ruta, Javi.

Salíamos tristes del Tanatorio de decir adiós a nuestro Javi, al amigo de la sonrisa permanente. Nunca se le veía ni enfadado ni triste. Ni cuando la lógica de #elPutoECM le hacía perder el tren mucho antes de llegar a destino. Daba igual, llegaba y siempre una broma, una coña… y una sonrisa. Lo único que me sabe mal es que esa puta enfermedad le quitó la sonrisa de cuajo, de golpe. Nos quitó a Javi en poco tiempo. Lo tiró de la bici, aunque siempre soñaba con volver a subirse, siempre aspiraba a volver, a quedar a las ocho o a las siete y media, a sufrir en el pelotón y a divertirnos en los almuerzos. La verdad es que se zampaba unos bocatas que asustaba. Nadie podía saber cómo un tipo tan menudo podía meterse entre pecho y espalda semejantes bocatas, y encima mantenerse en buen estado físico. Seguro que su carácter alegre tenía mucho que ver. Él y su coca cola. Y esa facilidad que tenía para salir en todas las fotos riendo, aunque a veces tuviera que ponerse de puntillas para que no le taparan.

Javi, con quien compartía el placer de hablar de nuestras hijas, compañeras durante todo el colegio, vivió el deporte como nadie, respiraba pólvora, era familiar (su Mari), alegre, divertido, y muy amigo de los que tenía cerca. Podías verlo almorzando con los compañeros de taller, con el ECM o con su padre, y era lo mismo; guasa, alegría, anécdotas del tipo travieso y jovial que siempre fue. Con la bici de montaña, con la de carretera, jugando a pelota con su hijo. El deporte era parte de su vida, y una parte de ese deporte y de esa vida, la pasó con el ECM que al completo le echa de menos. La noticia de su adiós ha sido, no por esperada, triste para nosotros. Ha corrido por nuestro grupo como la pólvora, la que él hacía explotar en cada fiesta, en las fallas. De la fiesta, llegó Mari. Y de la fiesta y de Marí, llegaron Ada y Pau, sus hijos. Y con Ada, una rubia de pelo acaracolado, sabidilla y jovial, como su padre, me pasé horas y horas de parque e interminables cumpleaños de infancia. Ada, con fortaleza, sabe lo que su padre ha sufrido pero también lo que ha luchado en los ochos meses desde que supo que su cuerpo le había jugado una mala pasada.

«La gente buena no se entierra, se siembra», dice la canción. Javi siempre estará en nuestra ruta, en nuestro camino y en nuestros comentarios. En la carretera, en el almuerzo, en las cervezas, en los piques, en las bromas, en los puertos, en las subidas y las bajadas, en los rajes, en los momentos de agonía en que no puedes y te quedas…. En la filosofía de este grupo de amigos enamorados con este deporte que madrugan para sufrir y gozar al mismo tiempo. Javi, siempre con el culo pegado al reloj, y la hora justa. «Y Javi, no ha venido todavía? Pues que venga ya o apriete», es siempre la máxima para el tardón de parte del que siempre tiene prisa (no hace falta decir quién es, no?). Hoy te puedes dormir tranquilo, amigo. En el pelotón del ECM siempre tendrás un sitio guardado.

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El espíritu de Annemiek

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FOTO PORTADA @Movistar_Team

Si yo fuera mujer y ciclista… me sabría la obra y milagros de Annemiek Van Vleuten. Nacida en 1982, lucha a sus 40 años con jóvenes de físico portentoso. Si yo fuera mujer ciclista trataría, cada vez que me subo a la bici, imitar a una mujer que este año ha ganado las tres grandes, que se cayó en los Mundiales de Australia y que, con el codo a la remanguillé, se sacó de la chistera un maillot arcoiris de ensueño. En Tokio celebró como oro una magnífica medalla de plata. Es ganadora y no se detiene. Ningún ciclista tenemos el talento de nuestros ídolos, pero todos podemos convertirnos en ello@s, en la magnífica estampa de una de nuestras salidas en bici. Como decimos en el ECM (mi grupeta), juguemos a ser ciclistas… hasta la linea imaginaria de una meta con boxes en una ronda de buen rollo y cervezas.

Si yo fuera mujer ciclista…

Hace unos días acudí al Campus Women Bike Costa Blanca, organizado por Tribike Travel y Ciclored, vamos… por Belén y Luis. Acudieron mujeres ciclistas desde diferentes lugares, con diferentes objetivos y contextos de vida. Dos jornadas completas de bici como elemento único. Magnifico. Retomo el incio… Si yo fuera mujer ciclista, no pararía hablar de Annemiek. Por su edad, podria estar con nosotr@s en este campus, podría compartir experiencias con las chicas para las que la carretera es, en su mayoria, un lugar de riesgo, de solitario silencio, de reto casi insalvable… En el campus, al que asistí invitado por Belén (graciaaaas) y como amigo y acompañante de Ruth y Helen (El comando de #LaIndurain, donde coincidimos la primera vez), ciclistas que han roto el techo de cristal de las barreras que la mujer se pone ante el deporte en general y en el de la bici en particular, en lucha permanente con su conciliación de mujer, de su vida, de su entorno y de sus decisiones.

El espíritu de Annemiek lo representa nuestra Dori Ruano, una de la pioneras en el ciclismo de mujeres en España, con tres medallas en campeonatos del mundo en pista y ruta. Dori nos acompañó en el Campus, un lujazo. «Yo salía en bici con los chicos», nos decía. «Vosotros -nos comentó a los chicos- sois muy importante para que las chicas salgan en bici». Y allí estábamos, no animando a salir si no animando a competir, a superarse, a dar más de si. «Vamos Paloma, un poco más, aguanta hasta el final del repecho. Verás qué bien te vas a sentir después en el hotel», se escuchaba a Dori aninar. 90 kilómetros son muchos, 1.500 de acumulado («buuufff… no sé si podré). Son algunas de las quejas iniciales, las quejas del miedo por la falta de referencias. No hay logística que garantice llegar a la meta, sino una mentalidad a prueba de auto-barreras, las que nos ponemos cada uno.

«Un último esfuerzo, vamos…», le decía el segundo día a Sandra, con cara de agotamiento tras un alto ritmo en los ultimos kilómetros del campus. Helen y ella aguantaron ese final, con Luis, Pablo y yo mismo para hacer un final de campus espectacular. Para mí,es importante hacer de tu salida tu propia carrera, vivir el ciclismo desde la bici como Dori y Laura Alvarez nos lo comentan en Eurosport. Laura ha hecho en el micro lo que Dori en la carretera. Y hoy las hazañas de Annemiek, de Mavi García (campeona de España) de Sandra Alonso (promesa española emergente)tienen voz de mujer. Y lo escuchamos todos los hombres. Me encanta ver a Annemiek en la tele, siempre esperas que se saque algo. Es la Indurain de las chicas. Mi amigo Roque y yo coincidimos en junio en la cima del Gavia italiano con ella. Y muchos buscamos la foto, casi todo hombres.

El deporte femenino necesita de un relato propio, contado por ellas y vivido por ellas de forma intensa. Me hubiera gustado hablar de Annemiek en el Campus, pero su nombre no salió ni una vez. Tour, Giro,Vuelta y Campeonato del Mundo en una misma temporada… Se ha recorrido mucho, se ha hecho mucho camino, pero es necesario generar referentes (no sólo para las niñas, sino para todas aquellas mujeres que dedican tiempo a ir en bici) Por eso digo: si yo fuera mujer y ciclista no dejaría de hablar de Van Vleuten. Hablad de, consumid ciclismo, consumamos ciclismo, para confirmar referentes que nos animen a salir a la carretera. Cada día, afortunamdamente, hay más mujeres en la ruta. Y esto sólo acaba de empezar…

FOTO

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El hechizo de (La) Induráin

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Pamplona es una ciudad de contrastes: tranquila, limpia y educada durante todo el año; bulliciosa, anárquica y festiva durante una semana. El influjo de San Fermín hace diferente la ciudad. Orson Welles decidió que la Pamplona de pañuelo rojo y pantalón blanco pasara a ser parte de su legado, inmenso en la historia de Hollywood. Su Ciudadano Kane fue su punto más alto. Campanadas a medianoche, el referente a una ciudad transformada, que hace de una plaza pequeña, un escenario multitudinario y de una calle estrecha, el mito: Estafeta.

En 1985, año en el que nos dejó Wells, Miguel Indurain fue líder de la Vuelta a España durante cuatro etapas, el más joven en la historia de la ronda, que es la única grande que curiosamente no ganó. Miguelón es de Villaba, pegada a Pamplona, ciudad que respira ciclismo porque La Indurain recoge el legado de uno de sus más ilustres nombres. Desde que llegas a la capital navarra, respiras esa emoción que te lleva a soñar. Por estas carreteras, Miguel Indurain fabricó con fortaleza sus cinco Tour de Francia y sus dos Giro di Italia, trofeos que engalanan la Feria del Corredor de Villaba, donde los Indurain dan nombre al Pabellón municipal, centro de operaciones de la prueba.

Women bike…

Mi estreno en La Indurain fue además especial. Profesionalmente he podido comprobar la potencia y capacidad del deporte femenino. Pero esta vez, lo he vivido desde dentro. Y os digo: es mucho más de lo que se ve desde fuera. Lejos de las etiquetas, las women bike son de otra pasta. No sólo luchan por hacerse hueco a codazos en el pelotón de ciclistas y cicloturistas sino que lo hacen con una voluntad, ambición y competitividad imperturbables. Ha sido un experiencia magnífica compartir carretera con ellas. Y en lo personal. Ruth, Helen i Belén me ha hecho sentirme como en casa, como si nos conociéramos de toda la vida. La carretera nos ha unido para siempre, y Pamplona ha sido la quedada que ha forjado una amistad a prueba de pedaladas… Gracias

Navarra en bici

Salimos pronto de la residencia en que dormimos. Eran las 7. A las 8 era la salida a 4 kilómetros, en Villaba. Decidimos no arriesgar. Llegando a la salida, desayunamos. Alli encontramos otro aventurero, un valenciano curiosamente. Nosotros, llegados cada uno de un lugar, presumimos de grupo. Somos amigas (ellas eran tres, y la democracia lingüística me lleva a integrarme en su género), y así llegamos a la salida. Nervios. Sabíamos la hoja de ruta: yo era la rueda a seguir de Elena; Ruth iba por libre con el estopaniano «conociendo a la peña, invitando a cañas» y dejando que su dorsal (1206) luciera desde el anonimato hasta el señuelo de una empatía que batió el anonimato que a los ciclistas nos provoca el casco y las gafas. Y me falta Belén, mi compañera de viaje, quien convertió la Indurain en un pequeño thriller de su vida: superar con una voluntad de hierro cualquier adversidad. Una vez más. Tremenda. Su cabeza pasó de asumir sesenta kilómetros a querer recorrer cien, sin riesgo a acabar disuelta en la carretera. Brutal. Llegó y, como siempre, con una enorme sonrisa en la cara. La Jelen fue otra cosa: aguantó mi impulsiva forma de pedalear y me permitió disfrutar la ruta. En ciclismo es básico guardar. Y ella me ayudó a enseñar y salvar mi rueda trasera y, de paso, disfrutar de mi alma gregaria.

Mi Indurain

Nada más salir mis piernas me hablaban y me decían: haz lo que quieras. Aguantamos. En mi vida, el compromiso es incuestionable. Y ser la rueda de Helen fue mi Indurain. Como os decía, tengo gen de gregario, rodador. Mi forma de ir en bici es también una alegoría de mi vida: disfrutar dándolo todo y disfrutar llevando al límite mis fuerzas. No quiero ganar a nadie, sinó vencerme a mi mismo. Subidas, descensos, llanos… siempre disfrutando de esos valles, de esos parajes verdes, coquetos pueblos del norte de Pamplona, de la Navarra que se confunde con sus vecinos vascos, la hoja que completa el lauburu. El paraje te envuelve, las gentes de los pueblos miman tus oídos con sus ánimos, y la carretera dicta tu propia lucha: una parte de tu afición al ciclismo es el culto a ti mismo, el silencio con tu propio esfuerzo, el diván de reflexión de tus debilidades. Cada una de nosotras llevó a Pamplona sus problemas, sus miedos y sus imperfecciones. Pamplona, la bici, la amistad, que arrancaba en la ciudad de uno de los grandes de la historia del ciclismo, hicieron el resto. La magia de Wells llevando a San Fermín del altar divino al de la gran pantalla, la transformamos gracias a Miguelón, corriendo por donde preparó su gran palmarés, y paseando por la ciudad del pantalón blanco y el pañuelo rojo que nos llevó a cantar, celebrar y bailar hasta bien entrada la madrugada. La Indurain nos ha hechizado. Volveremos.

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Ci vediamo…

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Los Dolomitas son un coloso, pero son la suma de muchos esfuerzos. Desde que sales de Bérgamo, y te acercas a Bormio, te atrapa la violencia del paisaje, la altura desmesurada que provoca romper por los valles, bañado en su inicio por la  calma y la pausa del Lago de   Como. Llegando a Bormio, desde Tirano, desde la misma carretera, ya ves a la primeros  ciclistas, cada cual persigue su reto. El Stelvio nos enseñará que los Dolomitas existen para ser conquistados, para se retados. Y sus carreteras, sus enormes porcentajes de subida, su longitud desmesurada es una invitación a ser seducidos, conquistados con aire de heroicidad.

Eso sentí subiendo Gavia (por Bormio), Mortirolo (por la vertiente de la curva del malogrado Pantani), y el Stelvio, el puerto más alto de Europa, por sus tres lados (dos en relidad), la subida que te exige fortaleza, paciencia, temple, habilidad, superación y te añade un gran aporte de endorfinas y, como consecuencia, felicidad. Seguramente la misma del que acaba un maratón, un súper trail o un ironman. Poner tu cuerpo a prueba, buscar tus límites. Cada sábado, nuestro ECM sube su pequeño Stelvio, rivaliza con la diversión de poner a pruebo al rival, el amigo triturado al final con las cervezas y sana con la felicidad de jugar a ser ciclistas, a emular al Van Aert de turno, y a esperar la próxima salida

Pero subiendo el Gavia y el Stelvio, uno no sólo emula al ciclista sino que reproduce sus gestas en el lugar donde ocurren: en las curvas de herradura, en las interminables rectas de porcentajes inhumanos, en la descensos infinitos. Por esas carreteras han corrido  los  grandes del ciclismo. Y por esas carreteras los muertos, como dice Pepe, nos sentimos inmortales, estrellas por un día y un poco héroes. Al ECM no le va eso de lo importante es llegar o participar, sino que buscamos que a  cada uno no nos quede nada, y nos duelan hasta las pestañas sábado sí y sábado también. En Dolomitas, el ECM (por desgracia no todos pudimos estar) estuvimos, fuimos y combatimos como siempre, pero llegar arriba no estaba en duda. Disfrutar del dolor en el camino, tampoco. La última subida a Stelvio, la mítica, la de la pared infinita, zigzagueada por turnati descontadas hasta la  cima ha sido, no sólo lo más duro y más largo que he subido jamás, sino también lo más imborrable, el recuerdo que te lleva a volver. Porque los Dolomitas enganchan, son adictivos, proporcionan un placer masoquista inexplicable.

Hablando, comentando, cada uno de los que fuimos nos trajimos algo. Con Roque, subimos, mano a mano, Gavia y Mortirolo, con esa habilidad y gusto suyo por los puertos, la habilidad para orientarse y su enorme capacidad para entablar relación con la gente. Don de gentes. En la bici, incansable y insaciable. Stelvio desde Pratto, su hazaña. Gavia.»Molt tenen que ser els altres perquè m’agraden més que el Gavia», em va dir el primer dia. I crec que no ha canviat d’opinió. Y además, vimos a Annemiek Van Vleuten

A Pepe, no le hace falta decir, se le ve. Pasa por negar su clase, pero sube y sufre todo lo que sabe y más. Si canta (Cuando el español canta…, suele decir), disfruta. Roque le acopla y le guía cuando la pendiente te mina. Los Dolomitas de Pepe fueron ascensos de a quien la escalada su cuerpo (como a mi) no le beneficia… Pero sin duda Pepe fue bajar, descensos míticos con los que todos disfrutamos. Pero sobre todo, Pepe es buen rollo y muchas risas. Acompañado de una cerveza, es todo cachondeo. Vamooos Pepe… «Si estoy muerto…» Y así siempre. Pepe es Pepe.

Pastera es la experiencia, la elección de la superación, del que lleva en el adn el gol que, en la bici,es la estrategia del que acostumbra al triunfo a la corta. Cada pequeña  victoria es una conquista. El coloso Stelvio fue la gran final, el partido con hydratation pause más largo, el más exigente. Su capacidad de sufrir fue proporcional a los 26 km de ascensión, tan dura como encoratjadora. Las fuentes fueron pausas para saciar la sed y esconder las ranpas del sobre esguerzo. Como todos, disfrutamos del descenso. Y Pastera hace de la habilidad virtud y saca el máximo rendimiento a sus fortalezas. Stelvio dejó secuelas pero alimentó su competitividad, alimentada desde siempre.

Y el roxi vive en su hábitat natural. Los Dolomitas son su casa. Si fuera italiano, haría  de Bormio su casa. Así, normal que,no soló pretenda volver, sino que sueñe con un motor home con presencia permanente en los colosos que reinan los Dolomitas camino de los Alpes. Subir es casi una necesidad de su cuerpo escuálido, nacido para escalar al que une una hijoputed necesaria que le da una capacidad ganadora, a veces incluso mayot que su reconocible clase. Tormento is storm. Como dice Barón Rojo: no ver, no hablar, no oir…

CAROLINA

Y ese fue el punto de conexión, el Canina dolomitico donde la reunión nos lleva a la risa y a la expresión máxima de a endorfia. La risa, el pique y el relax se convierten en el recuperador de una nueva ruta. Con la bajada del Stelvio, la misma ruta que marcó el ascenso de primera hora. Dolomitas marca un antes y un después en el ECM, esperando que esta aventura anual sea más y mejor.

CI VEDIAMO…

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Ponte a rueda, Pedro

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«Mira Mingo, ya no puede» y una sarta de risas. Era Pedro, bendito madero. Sonrisa eterna que el puto cáncer nos arrancó de golpe. Esta foto nos la hizo el tranvi. Junio del 2021. Habíamos almorzado en la Micaela en Vilamarxant. A Pedro le encantaba almorzar y rodar por aquellas carreteras. Siempre te ponía un ritmo que te sacaba de punto. Pero aquél dia la sonrisa se le empezaba a apagar. Un dolor, antibiótico y duda… esa que después se convirtió en el iceberg que ha acabado con su sonrisa eterna. No le volví a ver. Supe de él por Estarlik, el acompañante al que un almuerzo en Geldo lo reencontró años después de unas opos. El apresurado adiós de Pedro ha sido una dura caída, la más dura, la derrota más dolorosa.

A Pedro el infortunio no lo tumbó. Su enorme voluntad de salir adelante nunca lo apagó. Me contaba José Estarlik que tres días antes de irse estuvo con él y le preparó el rodillo para dar las primeras pedaladas después de superar el cáncer y la debilidad. Pero esa enfermadad es un tunel del terror. En cualquier momento te aparece el dolor y se extiende el veneno. Cuando sacas el cuello, te lo corta. Y Pedro se nos fue de repente, en un pis pas, sin avisar y casi sin tiempo para decirle adiós. Como todas pero éstas más, las muertes no avisan aunque se anuncien. Pero él seguro que quería que no le lloremos, que le recordemos como siempre nos había acompañado. Con risas, oyendo la cadena rodar, sintiendo el trac-trac-trac del cambio y parando al cremaet y el repito.

Pero la ausencia de Pedro en la grupeta, en la nuestra de los que salíamos entre semana era mayor en su peña, la de Museros. Sus amigos, David,Felipe… y el Poli, el abuelo pintor, la roca que lo mismo hacía un maratón que nos sacaba de punto en una subida. Poli despidiendo al pipiolo Pedro. El Zipi y Zape, porque siempre estaban de pique. Una amistad labrada desde la distancia generacional y la cercanía de caracteres. Con los dos polis las risas esraban garantizadas.

Pero sin duda, a Pedro le desbordaba la emoción cuando hablaba de Ángel, su hijo. El peque se ve que era un trueno (como él). Tardes de parque interminables, uña y carne de alguien que nos hizo vivir la llegada del nano en cada kilómetro. Y, sobre todo, de María Ángeles, sustento en silencio de Pedro en la prudente distancia que había puesto. Como mi amigo Lino, Pedro puso distancia para evitar nuestro dolor y el suyo. Nosotros, sus amigos, éramos su sueño de volver a su rutina, a su bici, a sus tardes con Ángel y la vida con su mujer.

Hablé con Pedro dos veces por whatsapp en todo este tiempo. No quise que Pedro se viera obligado a salir de su propio dolor, de la frutación del que sabe que su vida ha cambiado. Lo hizo la vez anterior, en su trabajo, y seguro que lo hubiera conseguido ahora. Pero la única adversidad que no ha podido superar es la que ya no dependió de su voluntad, sino de su infortunio.

Amigo Pedro, esta salida no se ha acabado. Continúa, amigo. Hemos parado para beber unas cerves. Seguimos, vale? Ponte a rueda.

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Jugando a ser ciclistas

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El sábado salió el ECM y Bienve faltó (mira que tienen que caer chuzos de punta para que eso pase, y ni aún así). Luego me enteré que llevaba dos años sin faltar. Si había salida ECM, Bienve siempre estaba. Y ayer, no. Y se le echó de menos. El escudo o el pegamento, la referencia. Cada recorrido lleva su sello, cada parte de ese recorrido tiene su miga, su pequeño esprint, el lugar donde atacar, sufrir, bajar. Carreteras y caminos muchas veces desconocidos. Recorridos para todos los gustos: rodadores, escaladores, incluso esprinters. Se busca el registro, la media más alta, a veces hasta el KOM de Strava. Cada ruta lleva su sello y, además, no hay cruce o variante complicada en el que no esté el bueno de Bienve esperando para que ninguno se quede in the middle of the nowhere (si no sabéis lo que es, lo buscáis en Google)

Bienve es calculador, sabe sus fortalezas y esconde sus debilidades. Como sus recorridos, es siempre una sorpresa. Nunca sabes cómo va. Reserva o se va por delante, esprinta en su cota preferida del Col de Fabián, o se deja llevar. Espera a quien flaquea (yo mismo he visto como muchas veces me ponía su rueda). Por eso y porque siempre está, nunca se le había podido echar de menos. Hasta ayer, claro. Nos pidió foto del almuerzo, sabemos que en todo momento iba a estar pendiente de la ruta. Seguro que en su cabeza estaba esa marcha mortífera desde casi la salida (bueno, ayer esperó un poco más), los ataques, los descansos. Mirar adelante, mirar atrás. Seguro que se hubiera descojonado con la enésima pérdida del Roxi. Los recorridos no están hechos para él. Si es izquierda, elige derecha. Si no hay que pasar por el pueblo, se mete. Si, como ayer, había que seguir la carretera recta de Castellnovo a Almedíjar, él se encarga de encontrar el error. Bueno, Bienve hace las rutas, y el Roxi las perpetra (consejo, nunca os bajéis su track). Nada nuevo. Un clásico. Alborozo y risas en el almuerzo. Una más.

Foto de almuerzo en Chóvar, 16/10/2021

El tío Bienve es el ocurrente (obviaremos aquí su tema estrella, cinematográficamente hablando), pero sí hablaremos de sus videos, sus montajes… El que monta la parafernalia de las cámaras, y luego los videos. Horas de grabación para escoger los momentos. Sé de qué va eso, y lo que cuesta. Y Bienve, el pegamento del ECM (el que une cualquier grieta, la cubre), es el encargado de construir nuestra memoria colectiva, con nuestros videos y con la cuenta de Instagram, adonde van a parar todas la imágenes del ECM, equipo del que, como dicen los más veteranos, es socio fundador y, por tanto, con mando en plaza y derecho de veto, como los chinos y la ONU. Quasi res porta el diari.

Y nos dieron…

Pero si siempre he destacado algo de Bienve es su cyclingstylelife. Su modo de afrontar esto del ciclismo… de aficionados. Lejos de salir con la bici, de hacer algo de deporte, almorzar y luego irse a casa, Bienve es uno de los que ha puesto el adnECM. No salimos con la bici (no sólo), salimos a ganar (al otro), a divertirnos, a emular a los mejores ciclistas del momento. Tenemos el momento Alaphilippe, ataque descomunal en pequeña tachuela para ganar el campeonato del mundo. El momento Tratnik, cuando el Pastera emula al tractor del Bahrain y ponde uno de esos ritmos infernales que nos deja a todos (menos uno) casi sin aliento. Pasar por Estivella es acordarse de Roque y su frontera. El callao de Carlos, silencioso ritmo que te deja doblado. Felipe nunca se arruga, aunque se descuelgue. Ximo, el eterno Ferrari a ritmo de coche de autoescuela. Los colombianos Javi, Sergiete y Angelillo, el Pepe gruñón al que siempre le chorrea… O todos los que han ido entrando en ruta últimamente, como Alberto o Manolo. En fin, que cuando nos deja el ritmo (pocas veces), lo llegamos a pasar relajadamente bien…

Porque caso aparte es tormento,. Si Bienve es el pegamento, Roxi es nuestro Van Aert particular, nuestro boxing bag, al que a todos queremos hacer sufrir, aunque siempre es él el que nos machaca, sábado sí y sábado también. Uno de los alicientes del ECM es ése. Y ahí es donde Bienve vuelve a sacar el diccionario : «Yo me guardo para hacer feliz al Roxi«, suele decir. Es decir, atacarlo, ponerlo a prueba, hacerlo sufrir. Asi que, parafraseando al gran Sabina… podemos decir aquello de que y nos dieron las 8, las 9, las 10 y las 11… las 12, la 1 y las 2… Y, jugando a hacer ciclistas conseguimos que muchas veces pensemos que «el fin de semana se acaba los sábados a las dos de la tarde» (otra gran frase del libreto de Bienve). El sábado que viene, más.

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Desafío al pedal

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Mirada cerrada. La carretera pasa con el dibujo intermitente de su líneas, a pocos metros, bajo tu bici. Observas la velocidad como ese film que aparece bajo tu máquina. Una recta enorme, decidida a plantearme un reto. Si puedes, me sigues, parece decir la carretera, dibujada a tus pies.. No hay nada alrededor o, al menos, nada en lo que fijarse porque no quieres perder de vista tu propósito, pedalear lo más fuerte posible. Existe sólo tu respiración. En mi caso, mi rueda delantera, mi respiración, o la rueda trasera del que va delante si vas en grupo. En el deporte de desafío contra ti y contra el tiempo, todo pasa por tu cabeza. La distancia, el esfuerzo, la respiración, la recuperación, el dolor, el desgaste… pero siempre con la satisfacción, cuando te detienes, de haber logrado tu propio desafío. Tú contra ti mismo. El esfuerzo te acerca a ti mismo.

El aire aprieta. Si te viene de frente, te agota. Si te viene de lado, te incomoda. Si te viene de atrás, te relanza. Pero siempre está. Es uno de tus rivales. El otro, tú mismo. Alguien pasa por tu lado, te adelanta con suavidad, se va, desaparece ¡Coño, cómo es posible! Tus condiciones y mis condiciones son las mismas. Ni siquiera la diferencia de la bici. Quien me adelanta tiene una de esas clásicas, sin alardes, un homenaje a la mecánica, de diseño austero. Ni su equipaje, descolorido por lavados eternos, amplio, como todo lo que antes se fabricaba para hacer deporte. Tú vas con todo; él, suelto. Las piernas sin depilar, estilo tosco. Se observan las canas bajo el casco, la piel rugosa, la cara cansada, pero firme. Intentas seguir su rueda, pero te vence: no hay manera de seguirlo. Desafío de toda la vida, un ejemplo a seguir.

Alguien pasa por tu lado, te adelanta con suavidad, se va, desaparece ¡Coño, cómo es posible!

No hay gloria sin dolor o éxito sin esfuerzo, una metáfora que nos la podemos llevar a cualquier ámbito de nuestras vidas. Sea cual sea tu objetivo. Salir sólo o con tu grupeta a pasar un buen rato, picarte con cualquiera que te adelante en la carretera (o contigo mismo), desafiar al tiempo… El Strava* nos ha enseñado que, detrás de un practicante de ciclismo, o runner o cualquiera que desafíe la relación espacio-temporal de cualquier ruta, tiene un ganador dentro, pequeñas batallas que te consolidan como el líder de la general de tu pequeña (o gran) batalla interna. Nosotros, por ejemplo, tenemos un pequeño reto. Es nuestro sprint especial. Llegues como llegues, si nos encontramos con lo que nosotros llamamos El Col de Fabían, que no es más que una pequeña rampa que sirve de virtual ganador del día, lo desafiamos. Un esprint que genera gran cantidad de adrenalina y unas cuantas risas… Las endorfinas que nos provoca cada vez que nos subimos en la bici, nos dan salud.

Como dice nuestro rutómetro oficial, además de jugar a ser ciclistas, cuando nos bajamos de la bici después de darnos la gran paliza, ya estamos pensando en el sábado siguiente (aunque en ese momento, si pudieras, venderías la bici). Y si en las cervezas le puedes decir a alguien que es un muerto, pues mejor. Y muchos no nos entenderán (estáis locos), pero nosotros lo sabemos: nos da la vida. Es nuestro eterno desafío al pedal.

*Strava es una aplicación, versión gratuita y premium, que mide tu rendimiento. Distancia, velocidad media, watios, calorías, y te dibuja el recorrido, además de comparar los datos con otros usuarios.

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Dos rutas, las mismas ganas…

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Estamos a punto de finalizar las Fase 2 de desescalada, y todavía con rutas dentro de la misma provincia, y parada obligatoria a las 10. Por eso, no seguimos el libro de rutas. Dos recorridos, Pedralba y el Pico, con el mismo final: ganas de pasarlo bien…

Yo elegí el trazado por El Pico, Canteras y Oronet. Subida exigente, sobre todo a partir de Bétera. Pocas veces vamos a rueda, pero esta vez, lo hicimos.

Vaya ritmo! Mirad, mirad… lo corrabora esto que apareció después en el whatsapp:

Al final, ‘armosaret’ en el Oronet (sin foto, se nos pasó a todos), con la presencia de Felipe, en fase de recuperación. Al final, fieles a nuestro espíritu, tras el Oronet, un recorrido corto (volviendo por Náquera) y otro más largo (por Algimia). En el primero, yo, Felipe, Tranvi y el Rochi. En el segundo, Pastera, Roque y Bienve…

El otro grupo, con Ximo, Pepe y Sergiete, se fueron ‘de toboganes’. Misma comarca, distinto perfil… Casinos, Pedralba y vuelta por Riba-roja. 120 km…

Como no podía ser de otra manera, la prueba del buen ‘rollo’ en el ‘armosaret’

Aquí os dejo el video que grabó Bienve… Cámara delantera de su bici. Montaje y música, del mismo ‘crack’ Bienve….

Próxima etapa, si se sigue el programa de salidas (última con límite provincial)…

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Y por fin… de ruta

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No fuimos todos, pero los que estuvimos lo pasamos como niños… Y, además, con nueva equipación. Sin foto de grupo hasta que la cosa se normalice, la de la foto es la espalda de Ximo. Primera salida fuera del municipio (no para todos, pero sí para mí). Un clásico. Subida al Pico y vuelta a casa….

95,06 km… Massamagrell-Pico del Águila-Massamagrell

5.30 de la mañana, suena el despertador. Todavía es de noche. Parece una salida de invierno. La ropa, preparada. No hay tiempo. Café, algo de dulce, un plátano y, rápidamente, a la calle. Primera salida fuera del municipio en la desescalada. Hemos quedado a las 6. No hay nada abierto, y la luz del sol empieza a apretar para salir. Y vamos de estrena: el nuevo equipaje de verano (foto). Nada más salir, me encuentro a Pepe y a Ximo. Saludo protocolario. Y una coincidencia: la hora, el hecho de que hacía tanto tiempo que no salíamos en grupo… La verdad, de dormir poco.

Al poco llega Bienve. Lleva su botifarra, vamos, la nueva equipación pero en formato mono, muy pegado al cuerpo, cual triatleta. Y, la verdad, no engaña. La borifarra te saca cualquier exceso. Y, en confinamiento, quedarse como antes, es casi un imposible… Subimos hacia La Bona Paella. Allí se incorpora Sergiete, también de amarillo (nuevo color del ECM) y negro, con el logo en blanco con letras negras. La verdad, un diseño moderno, muy atractivo. Por ropa, no sería. Ahora falta lo más importante, las piernas…

El Rochi se incorpora en el camí de Llíria, no sin antes esperarlo. Pero bueno, como que no hay mejor defensa que un buen ataque, se une con su clásico cabrones, no me habéis esperado. Vamos, sin palabras, seguimos. El ritmo desde Bétera a Olocau es tranquilo, pero exigente. A medida que subimos, vemos como el sol aparece. La mañana es fresca, y arriba, en Gátova, se espera con más fresco. «Cuando he salido marcaba 12º en Gátova», me dice Pepe. La subida la marcan Bienve y Sergiete. Todo un clásico. Buen ritmo para ir acumulando kilómetros. Los kilómetros de sus piernas marcan un ritmo sin tirones. A mi, ya con más de una década montando en bici, a veces me cuesta. Ellos lo llevan de serie. Hasta la rotonda de Marines Nuevo, sin pausa.

La primera exigencia, la subida a Olocau. Buenas piernas, me encuentro bien. Las piernas, desde el inicio, responden. Rochi y Sergiete, siempre que se empina la carretera, están ahí, adelante. Suben con facilidad. Bajamos hacia Gátova, giramos al puente y empezamos la subida. La carretera te deja muchas veces elegir la mejor opción. Bienve no sigue el ritmo de Sergio y el Rochi. «Turno para los colombianos», me dice. Frase con la que se deja de lado la subida de los escaladores. Los demás, cada uno a la suya. Yo cojo mi marcha. Me veo bien. Pepe, Ximo y Bienve, se lo toman con tranquilidad. Pero aún así, sé que si aprietan un poco, me cogen. Hago la subida en solitario, llegando al pico me cruzo con Rochi primero y Sergiete después ya de bajada. Un clásico para no enfriarse. Bajar para hacer una nueva subida. Llegamos los 4 casi a la par. Bueno, a mi me da tiempo a hacer un par de fotos en el límite de la provincia. No hay que pasarse, aunque la cima es ya de la provincia de Castellón. El Strava me delata.

Bajada tranquila, no sin antes repostar en la Font de Gátova. Llevo las pastillas de los frenos muy justas. Lluch no ha recibido el material y no las he podido cambiar. En llano, aguantan. En montaña, sufren. La bajada es un reguero de ciclistas subiendo. La hora de madrugón nos ha dado ventaja en la subida. Sólo un ciclista me crucé en la subida, además de los nuestros. Llegamos a Olocau y allí nos encontramos a Pastera, que había salido una hora después a nuestro encuentro. Más madera para llanear para la vuelta, imposible. Pero la parada por el confinamiento, nos ha dejado con poco fondo, y ahora hay que remar para acumular kilómetros. Nos han privado de la mejor época para la bici: la primavera, ni frío ni calor. Es la temporada alta para nosotros. Ya, al año que viene, pero el verano será largo. Sabemos que la Induráin está ahí y que Pastera irá. Los demás, seguiremos acompañando, como ya pasó el año pasado con Pepe y La Purito.

Bajada exigente, como siempre. Todavía mucha gente subiendo. Relevos largos de Sergiete, de Bienve, del Rochi, de Pepe, de Ximo… A Pastera le toca el penúltimo y a mi el último justo antes del cruce, camino de Náquera. Sergiete optó por volver por canteras. Sigo en la subida que nos llevará al Rossinyol. A mitad de camino, cedo el mando a Bienve, que sigue. Buen ritmo. Como siempre, la última subida antes de Náquera se me atraganta a partir de la rotonda, se me hace larga. Pepe se queda un poco antes. Han sido sólo unos metros. En la bajada a Massamagrell, reagrupamiento, y esta vez, nos vamos por Rafel. En Náquera, el Rochi se queda. Es pronto, hacemos tiempo y decidimos almorzar (no estaba previsto), ya con Roque en la mesa, al que también se le ha echado de menos. Por cierto, que nos vino con su joya vintage, una Peugeot de la época de Hinault y compañía (intuyo). El final, en Casa Canina. 95 kilómetros…. ¡Ah! Y Pepe, que acabó la etapa cantando. Buena señal. Su rodilla aguanta. Con un ritmo para respirar, Pepe canta. Y eso es bueno para el ECM. Para el sábado, toboganes por el Camp del Turia. Son más de las 11. Nos vamos a casa. El sábado más.

La próxima ya con Roque, Felipe y el Tranvi… A Carlos tardaremos un poco más en tenerlo. Pero esperemos que se recupere pronto y pueda estar dando cera, que tiene un rato de cuerda.

Aquí, lo que va a molar, son los comentarios…

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¿Se queda…? Que entrene más

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En bici con el ECM. Capítulo 1. ‘Tú que escribes, tienes que hacer un blog», me dicen mis amigos del ECM. Pues aquí está. Es el primero, aunque no sea una etapa. Se echa de menos esa adrenalina creada por el madrugón, la ilusión, la afición por este deporte y el pique. Desde el ‘Buenos días cabrones’ del recuentro hasta el ¿Se queda? Pues que entrene más. Todo, absolutamente todo, se acaba echando de menos. Espero que os guste.

#NoHayGloriaSinSufrimiento

Y ha tenido que venir este puto virus para darnos cuenta (al menos yo sí) que la salida de los sábados va mucho más allá de salir en la bici. Y es que, la bici y la etapa nos consume de igual manera que nos da vida. Pensamos en el sábado como chavales. Comenzamos…

Suena el despertador. Son… bueno, depende de la época del año. Lo que es seguro que, cuando yo me he despertado (me gusta apurar la hora, lo reconozco), Bienve tal vez lleve ya un rato despierto y se haya metido en el cuerpo un buen plato de pasta, acumulando hidratos. O Pepe se haya levantado harto de pegar vueltas en la cama y Roque esté preparando su móvil, Strava, Instagram… todo preparado, por poner ejemplos. Otro de los puntuales suele ser el Angelillo, al que echamos mucho de menos porque últimamente no puede venir, sobre todo Pepe. El pique más mítico. Pero todos: el Tranvi, Felipe, el Rochi, Sergiete, Carlos, Roque, Pastera, Ximo… o los menos asiduos últimamente como el Chulla o el Eskiwi o Javi el mecánico (los tenéis a todos en la foto). El viernes previo se desprende en el grupo de Whastsapp del ECM, esa expectación mezclado con reto y pique de la etapa del sábado, calendario ahora apartado, suspendido y no realizado a causa del puto virus.

En el día anterior, el del viernes, el comentario varía entre el decepcionante: «yo no voy, no puedo, disfrutad cabrones’, al animoso y retante, siempre retante: «preparaos mañana, os voy a machacar». O un aviso de la dureza de la etapa: «más de uno se va abrir de patas», se augura entre risas (y no tan risas). Hay quien se retira pronto el viernes buscando casi la concentración y descanso necesario, y hay quien, como es mi caso, el viernes ya es antesala del fin de semana. Una buena cenita y, eso sí, mirando de reojo el reloj: mañana toca etapón, porque siempre lo es.

En el confinamiento, los días han sido extraños, los sábados más. No siempre salíamos todos (casi nunca), pero el aislamiento nos ha puesto a todos en el mismo sitio: todos en casa. El ECM, a partir de ahora sin siglas (siempre nos preguntan: ¿eso que quiere decir?), porque así le decimos todos, es un grupo diverso, como suele pasar en el mundo de la bici. Pero además, cada uno a su nivel, si hay algo que nos une es que nos gusta ‘dar el máximo’ (que quede claro que algunos, si no pueden, literalmente no salen, se borran). Yo no suelo hacerlo. Como mucho, me busco alternativa (voy a su encuentro si veo que no voy a poder estar) Pero lo bueno que tiene es que no hay reproches: quien quiere sale, y quien no quiere, no puede o, simplemente, no quiere sufrir todo el puto día, no sale. Como dice Bienve: «jugamos a ser ciclistas». Y de juego, claro, nada. Desde la primera pedalada se siente la tensión, la escabechina, bien entendida. Salimos todos juntos, paramos todos juntos (no al mismo tiempo) y casi nunca, llegamos todos juntos. Eso sí, la cerveza armónica en Casa Canina es elixir tras el esfuerzo y el cotilleo de etapa de bar: pique del Strava y comentario de la etapa. ‘Cabrones, me habéis matado’, dice uno. Casi siempre, a la llegada, el Rochi se lleva todas las miradas y alguna que otra colleja en forma de… De nada. Él no es cambiable. Él es así. Y, aunque a veces te joda, siempre acabas reconociendo que, sin él, hay menos espectáculo, aunque acabes molido, en solitario y reventado por un tío con unas condiciones bárbaras para esto de la bici.

Salida… de salida

Volvemos al principio. Se acerca la hora -entre las 6.30 en verano y las 8 en invierno- Casa Canina o, en su caso, El Racó son el lugar de concentración. Pepe siempre está, esperando con su café que casi siempre vemos apurado, finiquitado. Ahora Roque le suele acompañar entre los primeros del bar. De su cara siempre se desprende cómo está, pero habitualmente ‘nunca está bien’, lo cual no suele ser cierto. En el Eceeme (no exclusivamente de nuestro grupo) nadie dice que está mal ni bien. Bueno, yo cuando no hay más remedio y cuando la evidencia te dice que, más allá del kilómetro 30 a una media de 35 km/h te vas a quedar y vas a hacer tu marcha. O Felipe o Jesús el Tranvi, sabeedores que, como en mi caso, vamos a sufrir sí o sí. De coña, pero cierto, siempre decimos: somos la versión B del Eceme. Todo de buen rollo, claro. Si vamos bien y no escalamos mucho, igual hasta nos divertimos. Si no, a ver la etapa desde el fondo del grupo, a lo lejos. Así que ésto es lo bueno (y lo malo) de nuestra grupeta. Si estás bien, la gozas y sufres; si estás mal, sólo sufres, como un perro. Pero siempre acabas igual: queriendo vender la bici. No hay término medio. «Para eso te vas con la peña’, se suele escuchar a modo de reto, siempre entre risas. El otro clásico es el saludo nada más llegar o si alguien pone algo en el chat: «yeee, cabrones»… Sin más. Lo de cabrones es eso, una licencia de buen rollo y, por qué no, una marca de testosterona. Pero ojo, siempre lejos de la parienta.

Llega la hora. La salida es… bueno, como todo en el grupo. O estás espabilado o te toca calentón. No hay tregua ni con las barreras ni con el semáforo (si vamos hacia la costa). Para arriba, un poco más tranquilo. La Lloma hasta la Bona Paella es un buen sitio para ir calentando piernas. Si alguien se queda: «que entrene más» (entre risas). Pero nada de risas. Va en serio. «Que espabile». En este tiempo, seguro que todos hemos echado de menos esa tensión inicial, o también ese relevo Sergiete-Bienve (o con Pastera cuando se acerca la Induráin), salida en tromba que te ahoga y te hace iniciarte con mal pie. En 5 kilómetros, los que van a Puçol, ya sabes si vas bien o vas mal, es decir, si vas a sufrir o vas a morir en el intento. Si el destino es hacia el interior, llegar a la rotonda de Marines se convierte en una crono por equipos en la que vemos como, desde Bétera, vamos pasando grupos y grupos… Con la respiración ya acelerada y las piernas (como no las tengas bien, palmas fijo) ya como piedras, la primera hora de etapa es como nuestro lema: no hay gloria sin sufrimiento.

Lo que pasa en la bici…

Se queda en la bici. Transcribir algunas de las conversaciones durante la etapa es, sencillamente, imposible de reflejar… Pero bueno, a groso modo, desde imaginativas escenas porno a recordatorios de viejas batallitas de bici… A acusaciones sobre el ritmo o la estrategia: «si no puedes, te apartas«. ‘No aprietes, cabrón, que nos fundes»… O, cuando acabas un relevo en el que te has dejado la bilis, con el aire en contra y te dicen: «¿es eso todo lo que sabes hacer? Vamos, para comer la moral. Al principio, te las crees y te arruinan. Pero ahora ya sueltas aquello que te den y ves, como, quien suele ser un bocas suele ya estar pa’talleres. Por no decir el me aburro de las filas finales del grupo, para machacar, una vez más, a los que van al relevo. Felipe y yo tenemos una teoría que ya nos empiezan a dar las canas: cuanto más tiempo estemos delante y pongamos un ritmo razonable, más posibilidades tendremos de que no nos revienten. Eso sí, como la cosa pinte mal, nos pase alguien (alguna vez pasa…) y alguien se le caliente la boca (en ciclismo, las piernas), allá que vamos…

Por no decir, el día en que al Rochi (porque es él y sólo él el que lo dice) se le ocurre decir: ¿a qué hora está previsto llegar? Es decir, traducido y en plata: tengo prisa. Entonces sí, átate los machos porque viene marea. Los que vinisteis recordaréis aquel famoso día de Favara, más allá de Cullera. Cómo fuimos y cómo volvimos.

Estas son algunas de lindezas que nos caen a todos. Yo os reconozco que a partir de un cierto momento, ya no escucho nada ni a nadie. Se le llama la borrachera del ciclista: no sabes ni por dónde has pasado. Y si te dicen que vuelvas, ni de coña. Tu único recuerdo es la rueda del de delante. Y ver cómo se aleja y te obliga a apretar más, y más y más… Sólo piensas en cómo adaptarte al dolor de piernas y, en el caso de que apuntes a las famosas y dolorosas rampas, a estar atento para, en cuanto llegan, soportar el dolor de camino a casa. De lo que se trata es de ahorrar en energías para llegar al final (siempre dosificando para acabar igual). Y si la cosa se pone fea: que os den, nos vemos en Canina. Pero, como siempre decimos, todo lo que pasa en la carretera, se queda en la carretera. Aprovechar una rotonda para enfilar el grupo y cortarlo, o el semáforo de un pueblo, o una zona de paso de peatones… A veces, nos la jugamos (esto sí es reproche). Pero no vale mirar atrás. Jugamos a estar en el Tour pero con sello valencià…

Las etapas…

Hoy toboganes o puertacos, o es llana pero se va a mil, o viento en contra (casi siempre a la vuelta)… Las etapas (siempre superiores a los 100 km… y en temporada alta, alrededor de los 150) marcan otro escenario. Eso sí, siempre se hace la etapa marcada, salvo ecatombe o alternativa aprobada por todos. No sé qué deciros: todas y ninguna me gustan. Las que apriori me van (las llanas) depende de mi estado de forma. Porque el ritmo es descomunal, se vuela. ¿Medias? Indecentes, simplemente. Y, claro, a latigazos, otra marca de la casa eceeme. Bienve es el arquitecto y diseñador de la temporada, y el que nos suele deleitar con los videos post jornada. Ahora, con la Go Pro, ya llevamos hasta testimonio audiovisual. Visión frontal o visión posterior. La verdad es que, con las imágenes, uno se da cuenta del ritmo y del hp el último que nos suele acompañar, sea como sea la etapa.

Llega el final. Me ha salido un poco largo el relato. Pero creo que merece la pena. Llegamos a Canina, con cara desencajada pero felices y con la carga de endorfinas a tope. Hemos sufrido, hemos pasado calor o frío, nos hemos reído, hemos hablado. A veces el silencio es tan descomunal que se oye cualquier ruido. Concentración en los momentos de máxima exigencia, distancia en los puertos. Las bajadas, el curveo, el llaneo… todo. Cinco horas de bicicleta dan para mucho. En Canina se acaba la fiesta. Salimos del bar, con nuestras bicis. Y ya pensamos en la próxima… Es nuestro sábado. Y lo echamos de menos, todos juntos, a rueda (ahora no se puede). Pronto volveremos a hacerlo. Como digo en la foto. Tornarem. Amics, mos vorem en la carretera… Gràcies #WeLoveCycling

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