Poliamor

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No se trata sólo de sexo. Se trata de relaciones no basadas en la posesión.

«Hace 100 o 200 años, y en la mayor parte de la historia, la familia era una unidad política y económica, no afectiva», así se expresaba Youval Noah Harari, el profesor de historia de la Universidad de Jerusalem, en una entrevista reciente. La ligazón afectiva ha variado también nuestro concepto de relación. Las familias- unidades económicas no se rompían, si no es por fuerza mayor. Hoy, parte de la seguridad que ofrecía aquella unidad familiar, la facilita el Estado. El amor es libre de expresar las nuevas relaciones.

A María…

Ya os avanzo: ni amor para toda la vida, ni poliamor. Este artículo es una especie de encargo de mi amiga María, la gallega, quien, tras una larga conversación en la que surgió este tema, me envió un texto muy largo, de esos que aparecen por las redes -anónimos pero a los que siempre le encuentras algún fragmento con mucho sentido- hablando sobre el poliamor, vocablo culto que esconde la crudeza del vulgar follamigos‘. Suena mal, la verdad. De todo ese gran texto, me quedo con el final: te quiero mía/o, pero sin que estés conmigo. Mucha miga. De esa conversación surgió este post, casi por encargo.

Improviso haciendo una aproximación más intuitiva que académica:  el amor es un sentimiento, y por tanto huye de la racionalidad, de la lógica, no tiene medida ni proyección. Si se tuviera que hacer un proyecto empresarial del amor, simplemente no sería posible. Aplicar racionalidad a la emoción es, simplemente, un atrevimiento inútil.

El sentimiento aplicado del amor sería una relación. Con vaivenes, idas y venidas. Un tobogán de sensaciones, una bolsa de acciones que suben y bajan, siempre ligadas por algo que se viene mucho más racional: la costumbre del afecto. Una relación, por ser el amor un valor poco seguro e incontrolable es, por definición, inestable y finita.

Así las cosas, el poliamor es un vocablo que viene a definir el ‘amor libre’, como expresión sin trabas éticas del deseo, de la pasión. Y parte de ese amor nace de la necesidad de cubrir un instinto básico como es el sexo. Esconder ese deseo, como han hecho muchas sociedades en la historia, al menos en los dos últimos milenios, es como tapar una cazuela en ebullición: el agua sale por todos los lados y escalda todo lo que encuentran a su paso. Los abusos son ese agua en ebullición, y las prohibiciones, la tapa. La vergüenza del que exige algo y hace lo contrario. Es la doble cara de la ética. Las puertas giratorias del celibato. Es lo que tiene demonizar el instinto. El sexo, para la procreación. Eliminar los instintos es un imposible. Igual que la Ley Seca  en Estados Unidos generó alcohólicos en serie, el celibato ha multiplicado predratas y puteros con sotana,  generalizando la hipocresía de un mensaje moralizante, no ético. Aunque hay que puntualizar: una manzana podrida puede pudrir al resto, pero no presupone que todo el manzano esté enfermo.

De Eros a Cupido

El amor, el deseo, el instinto, la pasión, el sexo… De los griegos a los romanos, de Eros a Cupido, de Afrodita a Venus. «El amor no puede crecer sin pasión», le dijo el oráculo a Venus, la Diosa del Amor cuando le pidió ayuda por el débil crecimiento de Cupido. La mitología ya entendía de estas formas de amar. De hecho, era lo normal. Hoy, mediatizados por aquellas creencias que satanizan, no sólo el poliamor, sino amar a más de una persona a lo largo de nuestra vida, sigue pareciendo perverso, pero menos.

¿Se puede amar a más de una persona a la vez? Tal vez, culturalmente, nos cueste, por aquello de que siempre nos han contado de que se ama una vez en la vida y es para siempre. Se puede amar a más de una persona, por supuesto que sí. Trasladar el principio (más de un amor) a una relación lleva implícito la aceptación de que la red de relaciones sean lo más simétricas posibles para que funcionen sin interferencias. Y no suele ser así.

Este verano, una entrevista del CIS, revelaba que los votantes de Podemos y de Vox eran los más propensos a practicar sexo sin amor. Una prueba de que el origen del poliamor no es ideológico. Por razones opuestas, se llegan a las mismas soluciones, demostrando aquello de que los extremos se tocan. En los dos casos, el sentido de propiedad, la clave. Los unos la niegan, los otros deciden solventar la falta de pasión, sin poner en riesgo la institución (posesión). En ninguno de los dos casos se habla de amor, sino de sexo, un vínculo menor. Pero, al fin y al cabo, no deja de ser un vínculo.

Pero también es cierto que la misma asimetría de una relación con varias aristas, se puede aplicar a una relación de pareja, sea cual sea su condición sexual. Aunque es más fácil llegar a una entente entre dos personas que entre más. Las asimetrías en pareja pueden ser complejas, pero subsanables. Los desequilibrios de los poliamores simplemente destruyen el poliedro y te obligan a reconstruirlo con nuevas aristas. Asumamos que, de acuerdo con el círculo de relaciones del poliamor, hay uno de los vínculos que, por la razón que sea, puede salir de esa relación entre iguales. Fin de la historia.

La clave, uno mismo

Sin tener una opinión formada del todo, la clave, a mi modo de ver, está en uno mismo, en tu propio equilibrio y en tu propio gusto, lejos de modas y un coolismo igual de rancio que el celibato. Sobre todo, es importante admitir que lo que no depende de uno, deja de ser importante. Si todos dentro de ese poliedro son conscientes de que se puede romper en cualquier momento, perfecto. No habrá damnificados. Lo valiente es apostar sin mirar atrás. Yo, lo reconozco, sería torpe en el poliamor, pero no por prejuicios sino por mi propia forma de emocionarme y de sentir. Me pone pensar en global en una sola persona, sin necesidad de reprimir ningún instinto básico. Porque es básico aquello de que si tienes todo lo que deseas, no es necesario salir a buscarlo.  Es un poco cartesiano, pero es una manera de querer y, sobre todo, de quererse.

Lo contrarrevolucionario, como escribía en Salir corriendo, es tal vez no dejarse llevar por aquello de «lo quiero aquí y ahora». Y digo tal vez, porque no me atrevo a juzgar como bueno o malo. Simplemente, que conmigo no cuenten. Al final, el poliamor es una forma moderna (como cualquier servicio de consumo digital) de consumir amor, haciendo posible tener lo que uno desea en cada momento, eso sí sin necesidad de pagar por ello. No seré yo quien juzgue cómo ame, viva o se relacione nadie. Lo importante, como decía entonces, es encontrar un gran proyecto que nos dé para tener una vida lo más feliz posible. El poliamor no deja de ser una opción pero, para mi, más como recurso nunca como leitemotive. Repito, y no por cuestiones éticas o estéticas, sino más bien, prácticas. Si el amor para toda la vida es una quimera, el poliamor es una utopía, eso sí, muy snob.

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Jugando a ser ciclistas

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El sábado salió el ECM y Bienve faltó (mira que tienen que caer chuzos de punta para que eso pase, y ni aún así). Luego me enteré que llevaba dos años sin faltar. Si había salida ECM, Bienve siempre estaba. Y ayer, no. Y se le echó de menos. El escudo o el pegamento, la referencia. Cada recorrido lleva su sello, cada parte de ese recorrido tiene su miga, su pequeño esprint, el lugar donde atacar, sufrir, bajar. Carreteras y caminos muchas veces desconocidos. Recorridos para todos los gustos: rodadores, escaladores, incluso esprinters. Se busca el registro, la media más alta, a veces hasta el KOM de Strava. Cada ruta lleva su sello y, además, no hay cruce o variante complicada en el que no esté el bueno de Bienve esperando para que ninguno se quede in the middle of the nowhere (si no sabéis lo que es, lo buscáis en Google)

Bienve es calculador, sabe sus fortalezas y esconde sus debilidades. Como sus recorridos, es siempre una sorpresa. Nunca sabes cómo va. Reserva o se va por delante, esprinta en su cota preferida del Col de Fabián, o se deja llevar. Espera a quien flaquea (yo mismo he visto como muchas veces me ponía su rueda). Por eso y porque siempre está, nunca se le había podido echar de menos. Hasta ayer, claro. Nos pidió foto del almuerzo, sabemos que en todo momento iba a estar pendiente de la ruta. Seguro que en su cabeza estaba esa marcha mortífera desde casi la salida (bueno, ayer esperó un poco más), los ataques, los descansos. Mirar adelante, mirar atrás. Seguro que se hubiera descojonado con la enésima pérdida del Roxi. Los recorridos no están hechos para él. Si es izquierda, elige derecha. Si no hay que pasar por el pueblo, se mete. Si, como ayer, había que seguir la carretera recta de Castellnovo a Almedíjar, él se encarga de encontrar el error. Bueno, Bienve hace las rutas, y el Roxi las perpetra (consejo, nunca os bajéis su track). Nada nuevo. Un clásico. Alborozo y risas en el almuerzo. Una más.

Foto de almuerzo en Chóvar, 16/10/2021

El tío Bienve es el ocurrente (obviaremos aquí su tema estrella, cinematográficamente hablando), pero sí hablaremos de sus videos, sus montajes… El que monta la parafernalia de las cámaras, y luego los videos. Horas de grabación para escoger los momentos. Sé de qué va eso, y lo que cuesta. Y Bienve, el pegamento del ECM (el que une cualquier grieta, la cubre), es el encargado de construir nuestra memoria colectiva, con nuestros videos y con la cuenta de Instagram, adonde van a parar todas la imágenes del ECM, equipo del que, como dicen los más veteranos, es socio fundador y, por tanto, con mando en plaza y derecho de veto, como los chinos y la ONU. Quasi res porta el diari.

Y nos dieron…

Pero si siempre he destacado algo de Bienve es su cyclingstylelife. Su modo de afrontar esto del ciclismo… de aficionados. Lejos de salir con la bici, de hacer algo de deporte, almorzar y luego irse a casa, Bienve es uno de los que ha puesto el adnECM. No salimos con la bici (no sólo), salimos a ganar (al otro), a divertirnos, a emular a los mejores ciclistas del momento. Tenemos el momento Alaphilippe, ataque descomunal en pequeña tachuela para ganar el campeonato del mundo. El momento Tratnik, cuando el Pastera emula al tractor del Bahrain y ponde uno de esos ritmos infernales que nos deja a todos (menos uno) casi sin aliento. Pasar por Estivella es acordarse de Roque y su frontera. El callao de Carlos, silencioso ritmo que te deja doblado. Felipe nunca se arruga, aunque se descuelgue. Ximo, el eterno Ferrari a ritmo de coche de autoescuela. Los colombianos Javi, Sergiete y Angelillo, el Pepe gruñón al que siempre le chorrea… O todos los que han ido entrando en ruta últimamente, como Alberto o Manolo. En fin, que cuando nos deja el ritmo (pocas veces), lo llegamos a pasar relajadamente bien…

Porque caso aparte es tormento,. Si Bienve es el pegamento, Roxi es nuestro Van Aert particular, nuestro boxing bag, al que a todos queremos hacer sufrir, aunque siempre es él el que nos machaca, sábado sí y sábado también. Uno de los alicientes del ECM es ése. Y ahí es donde Bienve vuelve a sacar el diccionario : «Yo me guardo para hacer feliz al Roxi«, suele decir. Es decir, atacarlo, ponerlo a prueba, hacerlo sufrir. Asi que, parafraseando al gran Sabina… podemos decir aquello de que y nos dieron las 8, las 9, las 10 y las 11… las 12, la 1 y las 2… Y, jugando a hacer ciclistas conseguimos que muchas veces pensemos que «el fin de semana se acaba los sábados a las dos de la tarde» (otra gran frase del libreto de Bienve). El sábado que viene, más.

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Piénsenlo

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Hablando con mi madre, me doy cuenta cuán de daño ha hecho la pandemia. No creáis, mi madre es, además de las formadas e informadas, de las que no se cree una verdad por mucho que se la repitan en la tele. Pero está confusa y, sobre todo, tiene miedo todavía. Y va para largo. Ahora vivo en Serra, en la Serra Calderona, un pueblo de poco más de 3.000 habitantes. Desde hace tiempo, las cifras del covid aquí son casi inexistentes. Y la gente, en su mayoría de edad avanzada, sigue mayoritariamente llevando la mascarilla por la calle. Tienen miedo. Y el cambio de obligación a recomendación ha surtido efecto. Excepto los que ya estábamos convencidos que el uso generalizado de la mascarilla ha sido más una medida disuasoria que de protección real, el resto sigue igual. El miedo sigue teniendo muchos adeptos, pero genera desconfianza. Y no confiar no es la mejor manera de crecer. Sin caer en la euforia, necesitamos mirarnos las caras ya.

Y es que el gobierno ya ha anunciado que quiere retirar las mascarillas (en espacios cerrados) en la primavera de 2022. O sea que lo de vida normal se retrasa. Lo de la nueva normalidad se quedó en un eslogan . Se había especulado con este mes de octubre cuando la vida volviera a ser la que tuvimos. Pero parece que no va a ser así. La medida afecta casi a la totalidad de la población porque la gran mayoría compartimos espacios cerrados (oficinas, clases, almacenes, hoteles, restaurantes…) en nuestro lugar de trabajo. O sea, que no desparecerán y que seguiremos utilizándolas sin que haya una relación causa/efecto ahora realmente justificada. El virus (como casi todos los virus en la historia de la humanidad) está desapareciendo y, cuando lo hace, se ha quedado en poca cosa. Y eso no son opiniones, son datos.

Mi octogenario tío se contagió hace poco de Covid. Unos días aislado, y vida normal. El virus no va a desaparecer (seguimos sumando contagios). Será endémico, y lo tendremos, cual gripe, entre nosotros. Hace unos días me encontré a un amigo mío, uno de los primeros que se contagió de covid. Estuvo ingresado. Ha sido activo en redes sociales, exigiendo precaución y denunciando toda imprudencia. Eso de cara al exterior. En el cara a cara me reconoció que la enfermedad ha afectado a los que, como es su caso, tenían patologías previas.

Sí hay excepciones, seguro; pero son eso, excepciones. Por mucho que la consigna haya sido que el virus nos afecta a todos por igual, tomar la anécdota por el global es una vieja táctica intimidatoria. Si decimos que los jóvenes también enferman de gravedad, y nos vamos a buscar sólo a la excepción, estamos informando de forma correcta (porque es cierto), pero también estamos incurriendo en una mentira comunicativa: la excepción nunca puede generar un argumento para una situación global. Con la transparencia y la verdad, como le digo a mi hija, se llega antes a cualquier sitio. Vacunación y nuevas terapias están haciendo descender los números. El certificado covid en las empresas, la tercera dosis de la vacuna y el control y seguimiento de los más vulnerables deberían ser ya el nuevo escenario. Pelillos a la mar y a recuperar el tiempo perdido, que falta nos hace.

Prueba-error en la desescalada

Y no es necesario tomar medidas absolutas. O todos, o ninguno. Vamos con una consigna empresarial que podemos aplicar casi a cualquier aspecto de la vida: el prueba-error. Comiencen, como prueba-piloto, por algunas aulas de distintos colegios (eso sí, de alumnos y profesores vacunados), empresas pequeñas o medianas. Recuperen la normalidad con los viajes para mayores y hagan excepciones con los más vulnerables. Tomen nota, analicen y, si encuentran alguna incidencia desconocida o no esperada, ya rectificamos. Y si no es así (como se preve), avancen en la apertura. Hasta primavera mirándonos sólo a los ojos, quitándonos la máscara en cualquier salón de bar, besándonos y abrazándonos en casa, viendo el fútbol al aire libre con mascarilla, llegando a la salida de una prueba ciclista con mascarilla y mientras los ciclistas pasando por pasillos de gentes en un puerto, sin control y sin mascarilla. Y, lo que es más grave, viendo como muchos de nuestros mayores, de forma generalizada, y otros conciudadanos siguen espantados, confundidos por el mensaje: desaparece la obligación de llevar la mascarilla por la calle pero se mantiene la recomendación. Hay peligro, piensan. Y por si acaso, se la ponen, aunque no haya nadie a su alrededor. Desconfían del poder.

Nada de conspiraciones, por favor

Comprendo que se ha de ser cauto, pero el erre que erre con la mascarilla, me suena a aquella famosa receta de austeridad en la salida de la crisis económica de las subprime y la burbuja inmobiliaria.que ahogó el consumo y la economía, agravando la situación social y económica de muchos ciudadanos. Anunciar todos los días los contagios (y la tasa de contagio) responde al mismo patrón. Y no es que haya una actitud maléfica en el mantenimiento de esa estrategia, como negacionistas y conspiratorios defienden. Para nada. Es, simplemente, el miedo propio de cualquier gestor a volver a dar la cara con la gestión de una nueva ola, poco probable con los resultados de vacunación en la mano. Si seguimos igual, ¿para qué nos hemos vacunado?, se pregunta mucha gente.

El gobierno acaba de aprobar un plan para reducir el efecto de las enfermedades mentales y suicidios, cifra agravada durante la pandemia. Desde hace tiempo, hay un dominio epidemiológico en la gestión de la crisis, que mantiene el perfil bajo en las medidas de desescalada. Pero antes de aprobar un plan así, habría que empezar por atajar el virus de esta nueva pandemia que no es otro que la cantidad de afectados por el miedo al contagio y a la muerte, propia o de los más próximos. De nada sirve pagar un psicólogo si se mantiene viva la llama de la pandemia a través de su símbolo mundialmente reconocido, la mascarilla. Mientras veamos tapabocas, no podremos ver sonrisas y nos recordará, no que el virus sigue entre nosotros (nunca se va a ir del todo), sino que nos va a matar o nos va a dejar secuelas de por vida, y que morir es algo generalizado, cosa que no ha pasado ni siquiera en la fase más dura de la crisis. Mientras sigamos con la mascarilla obligatoria (otra cosa es, después, lo que la gente haga o decida personalmente), no nos sentiremos libres y no podremos empezar a pasar página. Piénsenlo.

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Una oportunidad perdida

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LA GRANOTERA.-Caicedo, Koné y Martins fueron ‘nueves’ de Manolo Salvador (entonces director deportivo del Levante), allá cuando el equipo luchaba por la permanencia, objetivo que no ha variado aunque la exigencia del entorno sí haya cambiado. Cuando Paco López llegó dije que, por quién es y cómo ve el fútbol, por ser granota de cuna y porque es una persona cercana y preparada, él podía ser el técnico del adn granota, el que impregnara un estilo, una manera de jugar y, también, una manera de comportarse de los jugadores desde que entran en la Escuela hasta que llegan al primer equipo. Un día, Manolo, entonces director deportivo y con mando en plaza en el club, me dijo que el Levante tenía que cambiar de estilo, buscar otro fútbol para que su futuro no dependiera de la suerte de un sólo jugador, de un nueve que marque 13 goles una temporada, que esa era una apuesta arriesgada. Y así fue, el riesgo se llevó al equipo a segunda (por otra parte y por desgracia, estado natural del ciclo de vida de un club profesional en España integrado en la clase media).

El rápido ascenso y la llegada de Paco cambió el paradigma. Paco López es un entrenador de escuela (la escuela de entrenadores valencianos), metódico, estudioso y, mientras mantuvo la frescura, su estilo fue agresivo, tomaba decisiones con acierto y celeridad. Cuando con la pandemia llegaron los cinco cambios, fue el mejor entrenador en adaptarse, por aquello de ver bien los partidos. Pero el día a día de un vestuario que ha cambiado poco en los últimos tiempos hace que la lógica del desgaste (en las relaciones entre los profesionales, las dinámicas, todo…) se intoxique. Y, como siempre, sin cambios en la plantilla y en el banquillo, el ambiente (por lógica, no sólo en un equipo de fútbol, sino en cualquier colectivo profesional) se deteriora. Sin ser la causa directa, cuando las cosas van bien, todos estos choques se aparcan. Cuando aparecen las dificultades (malos resultados) todo eso que estaba latente, flota. Nada que nos deba sorprender (a mi, al menos, no), y hay que gestionar. Y a Paco, que otras tantas veces, le salió bien, ésta le ha salido mal.

Final en verano…

El final de la temporada pasada fue un síntoma, del que nadie quiso tomar nota. O, mejor dicho, todos sabían lo que había que hacer y nadie quiso afrontar. Sobre todo, Quico Catalán, el presidente. Cuando Manolo mandaba en plaza, Quico sólo regateaba las condiciones y firmaba. El paraguas de Manolo y los buenos resultados, fueron un remanso de paz. Llegó el descenso y apareció Tito, un técnico de perfil más mediático, cercano y con la etiqueta de Director Deportivo, que tomó decisiones, unas acertadas y otras no tanto. Lo que pasa es que en los aciertos hay puñetazos por su paternidad, y los errores son huérfanos. Con el adiós de Tito (bueno, y antes, porque por ejemplo Quico ya negoció de forma directa el fichaje de Il Pazzo), el presidente puso fin al modelo del éxito: renunció a tener un director deportivo fuerte para tener el control del departamento. Pasó de ser el supervisor que asume las decisiones de sus profesionales, al creador y ejecutor de las mismas, como en su momento ya os conté aquí.

Y eso en el Levante está pasando y pasará porque así lo ha decidido el presidente. Dejémonos de señalar al departamento deportivo, que llegaron más como asesores y escudos, que como profesionales con capacidad última de decisión (no quiere decir que no la puedan tener, sino que no se la dan) . El mercado estival post Tito lo organizó el presidente, mano a mano con Paco López -no había nadie más-, y no presentó al nuevo equipo deportivo hasta bien entrado el verano. Es ese el verdadero día a día del club. Lo que se hace (o no), no depende de quien propone (o le cuentan), sino de la valoración (y no sólo económica) del único que toma cualquier decisión. Es el modelo Florentino o, si lo queréis, el modelo Villarroel, el mismo que decía que él era el mejor secretario técnico y que si él entrenara el equipo hubiera estado muchos años antes en primera.

Quico, con la marcha de Paco y el susto en el cuerpo, tiene y debe volver ahora a la idea original: confiar en un departamento deportivo potente y que trabaje a tope por conseguir los mejores futbolistas de acuerdo a una idea o estrategia global. Necesita un director de fútbol del club, necesita recuperar el adn para que todo el mundo sepa qué hay a que hacer y cómo formar.

Quico, con la marcha de Paco y el susto en el cuerpo, tiene y debe volver ahora a la idea original: confiar en un departamento deportivo potente y que trabaje a tope por conseguir los mejores futbolistas de acuerdo a una idea o estrategia global. Necesita un director de fútbol del club, necesita recuperar el adn para que todo el mundo sepa qué hay a que hacer y cómo formar. Y esto entronca con mi defensa y apuesta absoluta de una política de cantera integral que permita la supervivencia de un club, ahora lastrado por contratos largos que tuvieron origen en un momento en que la inflación llevó a cometer locuras. Las renoventas, las apuestas por contratos caros a jugadores que llegan libres (último, el caso Soldado), todo eso están en la base del adiós de Paco, al que no libero de su responsabilidad, por supuesto, futbolísticamente hablando.

La última rueda de prensa del Levante, la de la presentación de Shkodran Mustafi, fue un claro ejemplo de qué es ahora mismo el club. Durante el acto, habló sólo el presidente, y Manolo y David asistieron a su lado pero en silencio. Cuando Quico inició su rueda de prensa (y a pesar de que se iba a hablar de cuestiones deportivas y de mercado), Manolo y David bajaron del pupitre y se sentaron en el patio de sillas de la sala de prensa. El club escenificó su estructura de gestión deportiva. Y eso ha pasado. El presidente, por ejemplo, era reacio de inicio a la llegada de Roberto Soldado una operación cara y arriesgada, no por falta de calidad del jugador, sino porque el valenciano está ya en el final de su carrera y se desconoce su rendimiento. Y llegó cuando dio el visto bueno (económico y deportivo).

Presidente y entrenador eran consciente que el ciclo empezaba a agotarse. Las dificultades del mercado, los problemas que se generan en cualquier vestuario tras cuatro temporadas y con la misma columna vertebral de la plantilla, el final de temporada sin triunfos y un equipo que se dejó ir y al que Paco no pudo hacer reaccionar, todo eso motivó este estado de final de ciclo. Paco buscó salir en verano, pero a Quico le cuesta mucho tomar esas decisiones. Mantuvo (y lo hizo hasta hace dos semanas), que su continuidad está «absolutamente» asegurada. El miedo del presidente era que Paco se fuera libre y pudiera triunfar en cualquier otro sitio. El mismo miedo que motivó el giro de última hora con Pepelu, cuando apareció el interés del Getafe, y por eso se quedó. Allí tuvo que acabar la obra de Paco, de forma cariñosa, sentida y con un gran acto de despedida. Ahora, sólo tres meses después, el final del bueno de Paco es triste y, una vez más, la puesta en escena de ese adiós, una falta absoluta de elegancia y respeto hacia uno de noi como es Paco L´ópez. Un frío comunicado para un abonado del club que, con sus defectos y virtudes, nos ha dejado en la retina tanto de lo que disfrutar, que duele sólo leerlo para darse cuenta que el Levante ha estado torpe y con poca sensibilidad en su adiós

La controversia por el modelo…

Porque lo quieran o no, los que han defendido que con el equipo que hay se podían haber conseguido mejores resultados, han creado ese caldo de cultivo de oposición a la figura de Paco en el Levante. La racha negativa es incuestionable, y el equipo se ha muerto por donde creció, la falta de gol. Los clubes y los equipos tienen su idiosincrasia. El juego de posesión -mal llamado tiqui-taca- no deja indiferente. O eres admirador o lo odias. Cualquier otra forma de jugar está sujeta a más tolerancia. Y una parte de la afición del Levante no quiere oír hablar de ello, lo que en su momento hablé del miedo granota, escenificado en un no te compliques frente a la teoría de salir con el balón jugado.

Hay que saber qué tipo de jugadores tienes para hacerlo, pero las plantillas de Paco han tenido esa característica y esa habilidad. Con fallos? Evidentemente. Pero, en general, ha dado mucho más alegrías que sustos. Lo que pasa es que los errores hacen más ruido que los aciertos. Y cuando la pelota ha dejado de entrar, el argumento de debilidad ha tomado más cuerpo y más peso. Por eso, casi todos los críticos (no sólo periodistas, sino entrenadores, jugadores, etc.) que han opinado desde fuera del Levante de Paco han hablado de injusticia en la destitución del de Silla. Con más aciertos que errores, Paco ha cumplido con nota su cometido. El exceso de expectativas de una parte de la afición (que tiene todo el derecho a tenerlas, ojo) ha sido el run run que el de Silla siempre ha tenido en su oído. Yo creo que, con el tiempo, recordaremos con nostalgia y reconocimiento la gran obra de Paco en su Levante. Para mi, su destitución es una gran oportunidad perdida para construir algo duradero y no sujeto al día a día de los resultados.

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