Mirada cerrada. La carretera pasa con el dibujo intermitente de su líneas, a pocos metros, bajo tu bici. Observas la velocidad como ese film que aparece bajo tu máquina. Una recta enorme, decidida a plantearme un reto. Si puedes, me sigues, parece decir la carretera, dibujada a tus pies.. No hay nada alrededor o, al menos, nada en lo que fijarse porque no quieres perder de vista tu propósito, pedalear lo más fuerte posible. Existe sólo tu respiración. En mi caso, mi rueda delantera, mi respiración, o la rueda trasera del que va delante si vas en grupo. En el deporte de desafío contra ti y contra el tiempo, todo pasa por tu cabeza. La distancia, el esfuerzo, la respiración, la recuperación, el dolor, el desgaste… pero siempre con la satisfacción, cuando te detienes, de haber logrado tu propio desafío. Tú contra ti mismo. El esfuerzo te acerca a ti mismo.

El aire aprieta. Si te viene de frente, te agota. Si te viene de lado, te incomoda. Si te viene de atrás, te relanza. Pero siempre está. Es uno de tus rivales. El otro, tú mismo. Alguien pasa por tu lado, te adelanta con suavidad, se va, desaparece ¡Coño, cómo es posible! Tus condiciones y mis condiciones son las mismas. Ni siquiera la diferencia de la bici. Quien me adelanta tiene una de esas clásicas, sin alardes, un homenaje a la mecánica, de diseño austero. Ni su equipaje, descolorido por lavados eternos, amplio, como todo lo que antes se fabricaba para hacer deporte. Tú vas con todo; él, suelto. Las piernas sin depilar, estilo tosco. Se observan las canas bajo el casco, la piel rugosa, la cara cansada, pero firme. Intentas seguir su rueda, pero te vence: no hay manera de seguirlo. Desafío de toda la vida, un ejemplo a seguir.

Alguien pasa por tu lado, te adelanta con suavidad, se va, desaparece ¡Coño, cómo es posible!

No hay gloria sin dolor o éxito sin esfuerzo, una metáfora que nos la podemos llevar a cualquier ámbito de nuestras vidas. Sea cual sea tu objetivo. Salir sólo o con tu grupeta a pasar un buen rato, picarte con cualquiera que te adelante en la carretera (o contigo mismo), desafiar al tiempo… El Strava* nos ha enseñado que, detrás de un practicante de ciclismo, o runner o cualquiera que desafíe la relación espacio-temporal de cualquier ruta, tiene un ganador dentro, pequeñas batallas que te consolidan como el líder de la general de tu pequeña (o gran) batalla interna. Nosotros, por ejemplo, tenemos un pequeño reto. Es nuestro sprint especial. Llegues como llegues, si nos encontramos con lo que nosotros llamamos El Col de Fabían, que no es más que una pequeña rampa que sirve de virtual ganador del día, lo desafiamos. Un esprint que genera gran cantidad de adrenalina y unas cuantas risas… Las endorfinas que nos provoca cada vez que nos subimos en la bici, nos dan salud.

Como dice nuestro rutómetro oficial, además de jugar a ser ciclistas, cuando nos bajamos de la bici después de darnos la gran paliza, ya estamos pensando en el sábado siguiente (aunque en ese momento, si pudieras, venderías la bici). Y si en las cervezas le puedes decir a alguien que es un muerto, pues mejor. Y muchos no nos entenderán (estáis locos), pero nosotros lo sabemos: nos da la vida. Es nuestro eterno desafío al pedal.

*Strava es una aplicación, versión gratuita y premium, que mide tu rendimiento. Distancia, velocidad media, watios, calorías, y te dibuja el recorrido, además de comparar los datos con otros usuarios.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *