Las sorpresas son como el dulce tras el café o el premio del caramelo de los críos. Un ejercicio de buen rollo, que nos llenan, nos iluiminan, nos hacen más felices, y nos permiten ver que no todo está perdido, que las gentes podemos llegar a convivir haciendo la vida más fácil al mundo.

Y, tras la tensa espera, no me esperaba que a la llegada a Cundins para iniciar mi aventura en la Costa da Morte, deambulando de faro a faro por senderos que abrieron los percebeiros para que todos nos deleitemos con su sabor a mar al menos una vez al año, mi llegada estuviera plagada del detalle de la sorpresa.

Nada más entrar en la casa –Casa de Verdes-, tenía a Traski, la mascota del Camiño dos Faros y la camiseta preparada, amén de la empanada gallega. Pero no fue todo, porque sin tiempo ni para pensarlo fuimos al Pico del Sinde (foto) para observar Cabana de Bergantiños, Ponteceso, Corme y el Faro Roncudo, algunos de los sitios que visitaré en la ruta, pero desde lo maś alto. Aperitivo de lo que te ofrece el camino. Será cosa de meigas, que diría Dani.

    Al fondo el pueblo de Malpica, inicio del Camiño dos Faros

    De Malpica a la Praia e Niñons… #Etapa1

    No quiero describir las etapas (eso lo encontraréis en la fenomenal web del Camiño dos Faros), sólo contar cómo la he vivido, qué me ha sugerido. A veces es difícil encadenar letras que expliquen una sensación, como pasa con los sentimientos. Llegar a Malpica ha sido un subidón. Me acompañó mi amigo Dani en esta primera etapa. Y fue no esperado. Una conversación de él, de mi, salpicada de paradas para ver, observar, contar, llamar a las piedras por su nombre. Cada dibujo rocoso que dibuja el mar tiene su apellido. Cada piedra erosionada por la fuerza brava de la Costa da Morte elige una imagen, algunas sugieren algo conocido. Es un espectáculo.

    El camino es una mezcla de caminos abiertos y senderos (los más) estrechos, que bordean acantilados, que suben y bajan (constante en todo el camino) y que casi siempre se dibujan siguiendo la linea que delimita el mar. Pasamos de un diente a otro del mapa subiendo y bajando colinas, dejando atrás primero Malpica, luego las Sisargas. De playa a playa. Beo, Seiruga… hasta que llegamos al Puerto de Barizo, donde la subida es ya constante buscando el segundo faro, el primero que pisamos (porque el de la Isla de la Sisargas, lo vemos pero nos queda como testigo desde su soledad de nuestra ruta).

    Y en Barizo llega la sorpresa, la última del día. De ir sólo seguramente me lo hubiera perdido. Dos puntos y una ralla abajo nos indica que allí hay mirador, algo que ver. Y así es… Lo que he llamado El secreto del mirador de la Praia do Puerto Barizo (podéis ver si pincháis en el enlace, el video a través de una historia de Instagram en mi perfil) nos lleva a descubrir una de las vistas más emotivas de la preciosa etapa entre el inicio en el Puerto pesquero de Malpica y la Praia de Niñons. El Faro de Punta Nariga es el más moderno de todos los que veré en el Camiño, y su mitad gaviota y mitad mujer, es el recibimiento enfurecdo por el siempre ventoso escenario (en mi visita la mar estaba en calma, y el mar era casi un lago, sin olas, con sol radiante y calor). Era la última sorpresa que me tenía preparada esta primera etapa. Casi nunca esta costa da tregua, y en mis primeros pasos, me la regaló.

      Dani&Dani, saliendo del Faro de Punta Nariga (debajo de mi brazo izquierdo)

      Llegamos a la Praia de Niñons, escondida, protegida, on marea baja, dos playas en una. Coqueta, encerrada.  Antes, los trozos de un velero cuyos navegantes perdieron el control este invierno. Fueron rescatados, pero sus trozos me recordaron que esta parte de la costa gallega nunca da tregua ni regala nada. Pero a mi, sí me lo dio. Gracias. Fin de la etapa 1. Mañana, más.

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