Vilán, el faro eterno

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El Faro Vilán es capaz de alumbrar a una distancia de 55 kilómétros, distancia que guía en las embarcaciones que luchan contra la fuerza del mar en la Costa da Morte. El Faro del Cabo Vilán, para los caminantes del camiño, tiene un efecto debastador: se vé desde mucho antes que la etapa acabe (una vez superado el Monte Blanco), y se sigue viendo más de dos horas después, ya acercándote a Camariñas. Igual que Muxia, que se ve más cerca en el trayecto de Vilán a la ciudad, que cuando emprendes la etapa al día siguiente, que se esconde en un trayecto largo, larguísimo, a veces parece como si se quisiera hacer deliberadamente más largo, lo que desluce la belleza de una etapa cuyos senderos, en su mayoría llanos, te permiten caminar protegido, ensimismado, fresco y ¡ojo!, al lado del mar, en este caso, la tranquila bahía que baña Laxe, Ponte da Porto i Muxia, entre otros… Dos etapas y un destino: Fisterra, a esta parte del mundo.

El Faro Vilán, un referente visual en la etapa

Dos maratones, en dos días…

El etapón pasó. Cuando este post salga a la luz, ya habré completado la sexta etapa, la más larga, entre Camariñas y Muxia -aunque mi GPS marcara más distania en la sexta etapa que la suma de la cuatro y la cinco, pero en fin. La etapa reina ha sido la que realicé entre Laxe y Camarillas, pasando por Arou. Era la etapa, mi etapa, y resultó dura pero muy gratificante superarla. De los 42km, unos 35 corriendo, mi mayor distancia a pié. Y eso es lo que me ha motivado todo el trayecto. Una etapa, ara mi, dividida en tres partes:

Laxe-Arou es una pasada recorrerla. Corta y bonita. Las sendas te invitan a correr. Sólo el paseo de Camelle me dió pereza: por asfalto no corrí. 

De Arou hasta el Monte Blanco (que no se sube por motivos medioambientales y de conservación), una continuidad. Tras el monte, las dunas, las playas. Evité correr para no cargar las piernas, pero aún así, las piernas se cogían al suelo. La distancia y el terreno llevaron a pequeñas molestias, que quedaron resueltas con un antiinflamatorio.

El último tramo hasta Camariñas, viene marcado por el devastador efecto psicológico de ver el Faro  Vilán a falta de más de dos horas para el final. La llegada a Camariñas se hace esperar, y aparece de la nada, por sorpresa, como pasó con Muxia, y también recuerdo parecido en Ponteceso

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Un día en el que poco se podía hacer más allá de estar concentrado en las marcas del terreno -por cierto, con diferencia las dos etapas mejor señalizadas- Controlar las piernas y los piés, concentrarse en las pequeñas molestias, mirar de reojo el paisaje y, de vez en cuando, pararse y comprobar que no estás en la luna, en el medio del rodaje de una película de ciencia ficción o simplemente detenerse, relajar piernas y respiración y disfrutar de los millones de miradores que te ofrece la ruta.

Muxia o el arte de llanear

La bici es mi sitio, mi zona de confort deportiva, y por este camiño significa un doble reto. Ver los límites de mi cuerpo en un ecosistema que no es el mío, y asimilar esfuerzos diarios poniendo exigencias, como el etapón. El trayecto a Muxia es una oda al llaneo, al ritmo constante y a la larga tirada. Y así lo tomé y lo disfruté, aunque se me hizo largo. Los senderos de frondosa vegetación siempre bordeando la bahía de aguas calmas, la final lluvia que cayó primera hora y la eleva natural de un entorno con la mente puesta en la inalcanzable Muxia, convierten a la sexta en una etapa única, lejos del acantilado feroz, y envuelta en un aspecto más fluvial, similar a los tramos del camiño que bordean el Anllóns. Mañana, penúltima etapa, con final en Nemiña. Pero eso será ya cosa del post final.

Imagen del Puerto de Camariñas, aguas calmas tras una suave llovizna

La magia del camiño

Son pocos los pensamientos que me están viniendo en esta aventura. Sí estoy comprobando que, más allá del camiño, la sensación que tengo es la de regresar nuevo y con nuevos retos, que iremos contando… Abrumado con la aceptación de los post sobre la Costa da Morte y O Camiño dos Faros, sólo me queda la gratitud. Que las aguas bravas del Atlántico remuevan los pilares que han movido mis pasos hasta la fecha es una coincidencia que me encanta. Porque, falto de creencias de fe, sí me inclino por aquello de que las cosas  pasan por algo siempre, y que las casualidades no sólo existen sino que además suelen traer, cual regalo de Navidad, nuevos presentes. Que el Camiño os repare a todos. Y, en todo caso, que desnude vuestra tensión. Las paradisiacas playas de la Costa da Morte atraen nudistas, campistas asilvestrados, surfistas, gente que elude las multitudes y que huye, por fortuna, de los paseos marítimos de hormigón. Una delicia.

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De Barda a Monte Castelo con Machado

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Dos etapas, dos días. Es lo que tiene esto de escribir. Requiere concentración… y tiempo. Dos etapas diferentes. A medida que bajamos al sur de la Costa da Morte, el paisaje cambia. Cundins y Ponteceso me despertaron el martes con lluvia, aunque se fue en minutos. Pero el agua en la vegetación hizo de la primera parte del trayecto, hasta el Faro Roncudo (foto de portada)  fuera un chop chop constante en los pies, con las zapatillas empapadas, que era como ir andando sobre un colchón de agua, por otra parte elemento natural de Galicia.

La etapa hasta el Faro es exigente y de vistas increibles. Poco a poco, el sol fue poniendo luz al trayecto, pero los primeros kilómetros, con neblina y humedad, me encantaron. También fueron los primeros pasos en solitario, y la verdad, fueron muchos minutos de mente en blanco, sin recordar nada más que imágenes y sonidos, cual ejercicio de meditación, el más natural, sin más pensamientos que el trayecto, las señales y el sinuoso camino que se abre a tus pies con estrechez. 

Como en la bici, ando a sensaciones, casi sin mirar el tiempo, ni GPS para ver el trayecto. A veces, arriesgado. Eso sí, llevo en pantalla el rutómetro, que casi ni miro. Como en mi vida, improviso. Fotos, videos, cantos, sonrisas e incluso emociones, que siempre se producen. Buscaba silencio, la cercanía y el aprendizaje del aburrimiento, del descanso activo. Y lo voy  encontrando. Una conversación por videoconferencia con mi hija, el único acceso al exterior. Y necesario, porque ella era parte de los objetivos de mis pensamientos (el dia a día a veces nos lleva al olvido si, como es mi caso, no comparto su cotidianeidad) Bueno, pues eso, como los pies en la marcha y los complementos alimenticios en la carrera, ella es el motor innato que mueve mi vida (como los vuestros, seguro), pero mi reflexión es que no es como prolongación de la obra de mi vida, sino como felicidad por su propia obra,  no viciada por triunfos o éxitos. Orgullo de ser padre, no de estar.  Y es que como leí hace poco: la familia la crea la lealtad, no la sangre. Y su lealtad no se basa en su ascendencia sino en mi esencia, y así la siento yo.

Bueno, seguimos. En Balarés, descanso y refresco. Elixir en los pies en forma de baño en la playa, eso sí, sólo las piernas. Las aguas da Costa da Morte dan para neopreno. Llegada a Ponteceso, y cenita en Corme con Dani, a modo de despedida. Tocaba decir adiós a Casa de Verdes. Excelente estancia, muy recomendada, no sólo por la instalación sino por la esencia de la misma, un lugar donde soñar, como escribí hace tiempo y como reza el titulo de la emotiva serie de Netflix. A tiro de piedra de cualquier lugar de esta zona, integrada en Cabana de Bergantiños. Conversación necesaria tras meses sin vernos, después de que el puto bicho y las cosas de la vida impidieran que esta aventura tuviera lugar el verano pasado. Nos han pasado tantas cosas que la cena, como suele pasar, se quedó corta. Cosas que pasan..

Atardecer en el Pueto de Corme

Los días en ruta transcurren iguales, como si de un torneo deportivo se tratara. Descanso mental a través de la exigencia física y de la regularidad de los momentos. Por la mañana, caminar; la tarde, descansar, recapitular. Los JJOO de Tokio pasan a las reposiciones televisivas y a las notificaciones de Eurosport. Las horas pasan lentas, pero con emoción. Vine a buscar abrazos mentales que abrochen mis sentimientos más escondidos. Y van apareciendo. Tras la cena del martes, visita nocturna a la playa. La búsqueda de unas algas que, con la fuerza de las olas y la oscuridad de la noche, convierten en magia de colores un lugar (no importa cuál) de la Costa da Morte. Abrazo a María y despedida de Cundins. Al dia siguiente, a Camariñas, centro de descanso de las dos próximas etapas, la de hoy de Ponteceso a Laxe, repetición de la recorrí hace dos años, y que he vivido con la sensación de que salirte de la costa para visitar el Castro de Borneiro y el Dolmen de Dombate es una vuelta de tuerca interior al Camiño un poco forzada, que sólo la vista del Monte do Castelo alivia. Espectacular.

Caminando con Machado

En la mañana del tercer día de ruta me sorprendí cantando el Retrato de Antonio Machado, cantado por Joan Manuel Serrat (y no me preguntes por qué, porque no lo sé) Ahora, ya no se me queda la letra de una sola canción, pero el disco de Serrat al poeta lo recito al dedillo, para acabar gritando aquello de «Soy, en el buen sentido de la palabra, bueno». Y de eso se trata, de verse bien, bueno, de estar en paz con uno mismo,  de ocuparse sólo de lo que depende de uno mismo. Y así,  los kilómetros, como la vida, caen sin darte cuenta y, en mi caso, entre versos:

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla (…) Mi juventud veinte años en tierras de Castilla (…) Mi historia algunos casos, que recordar no quiero (…) Desdeño las romanzas de los tenores huecos y el coro de los grillos que cantan a la luna…

Laxe, finL etapa 3
Ponteceso, final etapa 2
Ruta dos Moiños

Y así hasta el final. A veces confundiendo estrofas y su orden pero imitando la particular voz del poeta, el gran Serrat… Todo eso por el paseo fluvial por el río Anllóns. Las gentes que me encontraba de frente ni me escuchaban. Auriculares en las orejas, mascarilla temerosa y aburrimiento en el andar… Tristeza de pandemia.

«Y al echar la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar»

Con estos versos de Caminante, me adentré por la Senda de Os Moiños, que me llevaría al Castro de Borneiro por un camino de vegetación cerrada y en el que sólo se escuchaba el abundante agua -la que hizo funcionar los molinos in illo tempore-,  mi respiración y las pisadas sobre las hojas húmedas. Un viento suave y el abrigo de los árboles hizo sue sintiera cierto frío en el trayecto. Y se agradece.

La magia de Barda

Monte do Castelo es un espectáculo, como lo fue el martes el pueblo de Roncudo, y las múltiples vistas de Punta Nariga, camino de Corme. La Praia da Barda, todavía envuelta en nubes bajas y tierra húmeda, un lujo para los sentidos. Sin olejae, el olor a mar y a humedad de los helechos, dan paso a la arena blanca de esta coqueta playa, escondida como ensenada de la ferocidad, el martes sorprendentemente calma de sus aguas. Un regalo.

Y el jueves, el reto. La etapa doble, la que he preparado con esmero, y de la que espero… No espero más que disfrutarla. 41 kilómetros que pondrán a prueba mi resistencia y mi cuerpo, la única etapa enteramente deportiva, de dos trayectos que ya conozco porque los hice como caminante cuando hice camino al andar. Y hoy, ahora, no soy el mismo. Y Laxe-Arou, y Arou-Camariñas, sólo  mantienen el nombre y mi recuerdo. Hasta mañana. Fins demà…

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La tensa espera…

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La soledad es un estado de ánimo, seguramente. Aprender a estar sólo (no sentirse sólo) es uno de los ejercicios más edificantes y necesarios que nos encontramos los humanos. La sociabilidad es una característica muy nuestra, pero para nada condición necesaria. Al menos, no si no aporta. Gran aportación que espero me proporcione esta aventura (voy a dejar de llamarlo reto porque no lo es, y porque tampoco no sé si quiero que lo sea). He dicho últimamente que el ocio está sobrevalorado y que la soledad y el aburrimiento están hoy reñidos. Quiero aburrime y no sentirme mal por ello. Buen ejercicio. Huimos de los bares vacíos, de los sitios sin gente porque son aburridos, de las casas vacías de voces porque nos entristece. Pero siempre añoramos la libertad de la soledad. Somos una puta contradicción los humanos.

Que llegue…

Llevo una semana en capilla, cuidando de no hacer un esfuerzo más que después pueda echar en falta. En la bici, siempre decimos: «guarda, que luego te hará falta y si no lo pagarás». Pero he pasado la semana más rara desde hace tiempo. Me subo por las paredes. Y sé que me voy a hartar de caminar, correr… Observar, oler, sentir, escuchar… No aspiro a nada, sólo a disfrutar de la marcha, bien si la hago lenta y pausada (disfrutando del paisaje) como rápida y de superación, poniendo a prueba mi cuerpo y mis fuerzas… Porque mi ánimo no entra en juego. Está a tope.

Como todo en mi vida, improvisaré. Haré lo que me apetezca en cada momento… Hay un plan previsto: ocho etapas en siete días. A partir de ahí, lo que surja. Me encanta la sensación de no saber lo que haré. En la bici (cómo la voy a echar de menos estos días), suelo improvisar los recorridos. En O Camiños dos Faros, pienso hacer lo mismo. Malpica-Nemiña es la primera etapa. En el puerto pesquero empiezo. En el Faro que delimita el mundo, lo acabo. Fisterra. Lo demás será lo que yo quiera en cada momento. Y la vida debe ser un poco eso. Seguimos…

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Destino: Costa da Morte

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En poco más de siete días, estaré en el precioso pueblo pesquero de Malpica, inicio del Camiño dos Faros, una preciosa travesía de 200 kilómetros en la Costa da Morte que será mi reto para este año, complicado y de cambios, pero muy intenso. Intentaré completar una pequeña reseña de cada día… Fotos, videos, sensaciones y cómo voy recorriendo este precioso rincón de Galicia,que me apasiona.

Cuentan que la escritora Annette Meaking, amiga personal de la Reina Victoria Eugenia, mujer de Alfonso XIII, fue la primera que acuñó el término de Costa da Morte, un lugar escarpado, de afilados dientes en el mapa, de infinidad de playas, cabos, faros y un mar fiero que se llevó a sus fondos innumerables embarcaciones.

Naufragios que hoy aumentan la leyenda y que, en versión moderna, todos recordamos por el accidente del Prestige, su inútil gestión, y la solidaridad ciudadana para recuperar un costa rica en todo, pero sobre todo, rica en aromas marinos, en gentes amables, que aman y cuidan su entorno del que viven y vieron desaparecer de la noche a la mañana, y que están encantados que los que vamos nos quedemos prendados de ella.

Video promocional del Camiño dos Faros en la Costa da Morte. Brutales imágenes aéreas

El otro Camiño, un descubrimiento

Hace dos años descubrí el Camiño dos Faros (o Caminho, de las dos maneras lo he visto escrito). No sabía de su totalidad, sino que conocía una pequeña senda entre Corme y Ponteceso. Y no, no es el Camino de Santiago (todos cuando les hablo del Caminho creen que tiene que ver con el colosal camino y sus múltiples ramas de llegada a Santiago o incluso a Fisterra).

Aconsejados por Dani, el responsable de Casa de Verdes, una casa rural en la Parroquia de Cundins, en el término municipal de Cabaña de Bergantiños, hicimos un poco más larga la ruta, empezando por el Faro Roncudo, adonde él mismo nos llevó. Desde ese momento, mi relación con la Costa da Morte fue de admiración y respeto, curiosidad y ganas de conocerla más en profundidad, o simplemente vivirla bajo mis pies, como voy a hacer este año. No se trata sólo de verla, de disfrutar de sus parajes, de dejar huella en su recorrido, sino que se trata de compartir esfuerzo, tratar de que mi cuerpo se adecúe a sus escarpadas en sendas.

En definitiva, un reto que me llevará siete días por el Camiño dos Faros, porque una de las etapas será doble, la que va de Laxe a Arou, y de Arou a Camariñas, un día marcado en rojo en mi libreto de viaje, 41 kilómetros para los que he intentado llegar lo mejor preparado, siendo mi ecosistema natural la bici, pero habiendo descubierto que mis piernas, lejos del asfalto, sí me permiten recuperar correr, pero por montaña.

Y en el caso del Camiño, siempre con el testigo directo del Océano Atlántico, con la mirada puesta en Fisterra, fin del trayecto, como si fuera el fin del mundo, mi mundo, la Costa da Morte durante 7 días. Una experiencia que recorreré conmigo mismo, sin más ayuda que mis pensamientos, mis recuerdos, mis sentimientos y mi mente en blanco, escuchando a mi cuerpo poner a prueba el esfuerzo continuado…. tras un año intenso en que la Calderona me dio el aire y las ganas para afrontarlo…

*Foto del post: Río Anllons, Ponteceso

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